En las últimas semanas han surgido opiniones en torno a la aplicación de la revocatoria, una institución que si no se utiliza con cuidado podría ser peor que la enfermedad. En primer lugar, debemos recordar que esta institución se encuentra más cerca de las democracias directas que las representativas. Es importante resaltar esta afirmación pues, […]

Por Carlos Hakansson. 18 julio, 2011.

En las últimas semanas han surgido opiniones en torno a la aplicación de la revocatoria, una institución que si no se utiliza con cuidado podría ser peor que la enfermedad. En primer lugar, debemos recordar que esta institución se encuentra más cerca de las democracias directas que las representativas. Es importante resaltar esta afirmación pues, en la actualidad, ninguna comunidad política se organiza como una democracia directa, pese a que las representativas incorporan algunas de sus instituciones (referéndum, plebiscitos, revocatoria, entre otras).

En segundo lugar, si bien las instituciones de democracia directa están presentes en las constituciones modernas, si no tenemos cuidado pueden convertirse en un “arma de doble filo” para la estabilidad política. Lo explicamos. El problema con las instituciones como el referéndum o la revocatoria es que, en la práctica, no se aplican gracias a la espontaneidad de la ciudadanía sino que suelen ser promovidas gracias a una campaña organizada por la oposición política, concretamente, por los candidatos que perdieron una elección, o por algún grupo de presión (más conocidos como lobbies). Estos grupos, solicitando la documentación necesaria en el Jurado Nacional de Elecciones, tienen la capacidad de movilizar a la ciudadanía para cumplir con los requisitos formales y lograr su objetivo por medio de una campaña en las calles, plazas y a través de los medios de comunicación.

La presencia de la revocatoria en las constituciones modernas se explica cuando la ciudadanía no percibe una debida fiscalización y decide manifestar su disconformidad antes del próximo proceso electoral. La idea de fondo es que si la mayoría del electorado otorga su voto y confianza a un candidato (a una alcaldía por ejemplo), lo puede retirar votando a favor de la revocatoria si no satisface las expectativas ciudadanas. Un argumento sensible para la estabilidad política si también se aplicara a la institución de la presidencia de la República, por eso sus restricciones.

El problema se encuentra cuando algún grupo de presión, movimiento o partido político puede capitalizar ese sentimiento en su beneficio, si logra que se apruebe la revocatoria y se presenta como una mejor opción política en los próximos comicios. En el fondo, es cierto que la revocatoria promueve la participación ciudadana, y con ello la democracia, pero hay que evitar que se desnaturalice la institución por su ejercicio irregular; en otras palabras, la revocatoria no debe ser entendida como un medio que puede emplear el candidato perdedor de la última contienda electoral.

Docente.

Facultad de Derecho.

Universidad de Piura.

Artículo publicado en el diario Correo (edición región Piura), martes 12 de julio de 2011.

 

 

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