Por Carlos Arrizabalaga Lizárraga
Por Julio Talledo. 11 agosto, 2011.Las palabras viven y mueren en su ley, pero a veces las empleamos fuera de todo orden. Es común que tratemos de ser cuidadosos en ocasiones especiales y que las letras de imprenta impongan un respeto especial, por lo que se comprende que los periodistas (y quienes declaran a la prensa) deslicen, en ocasiones, expresiones desaforadas, como cuando en Chiclayo dan cuenta de inundaciones causadas por el robo de “caudalímetros”, y con ese término tan culto se refieran a los “medidores” que todos conocemos.
Es una manía reporteril llamar “nosocomios” a los hospitales, aunque ese helenismo sea de uso decimonónico, y, en este ámbito, muchos copian al pie de la letra los partes médicos llenando el periódico de “policontusiones” y “traumatismos encéfalo craneanos”. En una noticia se informaba que un recién nacido sufría “hipoglicemia” e “infección umbilical”, o sea que estaba hambriento y tenía el ombligo un poco infectado. Peor aquel otro que diagnosticaba “fractura de húmero en la pierna derecha” que, además del cacareo, patinaba en Anatomía.
Y, en los términos jurídicos -para la mayoría incomprensibles- que se cuelan por doquier, perdono que les digan “custodios” para no repetir tanto el sustantivo “policías” y celebro que las ofertas laborales llamen “asesores telefónicos corporativos” a los telefonistas. Pero, ese ir y venir de tecnicismos médicos y jurídicos –que es como un marchamo de improvisación desaforada– me resulta insufrible.
Finalmente, algunos se generalizan y estamos “avocados a” reconocerlos, pero no estamos dispuestos a ignorar el error. En Fiestas Patrias del 2008, la Fiscalía llamó a una señorita a declarar, por un ultraje a la insignia nacional: “Estoy apta a cumplir con las leyes y normas de mi país”, señaló. El problema es que el adjetivo “apto” significa ‘idóneo’, ‘hábil’, ‘a propósito para hacer algo’, y se construye siempre con la preposición “para” (hubiera dicho “apta para cumplir”). Y, no es que estuviese “apta”, sino “dispuesta”, en realidad no a “cumplir con las leyes”, sino a “obedecer a un mandato judicial”. Quería tal vez decir que “se allanaba” a cumplir lo dispuesto por la Fiscalía, y es que esa metáfora judicial, que se cuela a diario en un periódico, todavía no encuentra un buen acomodo en el lenguaje común.
Nos gusta usar palabras difíciles y rebuscadas también, como ya denunciaba el sarcástico Caviedes en su “Diente del Parnaso”, para tirar “gatazo de entendido”. Buscamos cultismos desaforados porque suscitan un poderoso efecto de admiración (aun a riesgo de que el auditorio no los comprenda). Hagámoslo, pero con sumo cuidado para no quedar en ridículo poniendo el idioma patas arriba, porque éste no puede andar, como se dice, manga por hombro.
Facultad de Humanidades.
Universidad de Piura.