Nuestra América, cada vez más integrada a golpe de las ALBA, ALCA, parlamentos andinos y unasures, cuenta con 13 jóvenes países. Me propongo ir comentando el origen de sus nombres, a menudo muy curioso. Argentina: El nombre oficial es “República Argentina”; por elipsis, “la Argentina”, aunque está muy extendido el uso sin artículo. El nombre […]

Por Karent Urízar González. 14 enero, 2013.

Nuestra América, cada vez más integrada a golpe de las ALBA, ALCA, parlamentos andinos y unasures, cuenta con 13 jóvenes países. Me propongo ir comentando el origen de sus nombres, a menudo muy curioso.

Argentina: El nombre oficial es “República Argentina”; por elipsis, “la Argentina”, aunque está muy extendido el uso sin artículo. El nombre proviene de la palabra latina argentum, que significa “plata” y está relacionada con la leyenda de la “Sierra de la Plata”, legendaria tierra de tesoros que se creía estaban en el interior de Sudamérica. La leyenda se alimentaba por el uso de objetos de plata que se veía en los pueblos originarios de la región. Por eso, los españoles y portugueses del siglo XVI creían que desde el estuario de los ríos Uruguay y Paraná (Río de la Plata) llegarían a la “Sierra de la Plata”.

Bolivia: Es una derivación del apellido paterno del libertador Simón Bolívar. Anteriormente conocido como el “Alto Perú”, tras la proclamación de la independencia del imperio español el 6 de agosto de 1825, separándose e independizándose también de Perú, la Asamblea Deliberante aprobó la ley de Premios y Honores a los Libertadores. Sin embargo, en su primera versión en 1825, el país recibió el nombre de “República de Bolívar”. Posteriormente, por iniciativa del presbítero Manuel Martín Cruz, el nombre fue cambiado a “Bolivia”. La justificación para el cambio la hizo con la siguiente frase: “Si de Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia”. La nueva República adoptó oficialmente el nombre de Bolivia el 3 de octubre de 1825.

Brasil: La etimología de “Brasil” tuvo muchas teorías, que resumió en una el filólogo brasileño Adelino José da Silva Azevedo en 1967, donde demuestra la procedencia celta, e incluso fenicia, del término. Este se refería a un colorante rojo que extraían de un mineral comercializado en la Antigüedad. El término evolucionó y vino al español con el adjetivo “barcino” que se aplica a ciertos animales de pelaje rojizo. En la edad media también se utilizó para teñir el colorante extraído de las maderas, llamándose en Venecia “berzi” y en Génova “brazi”, palabras que muy pronto pasaron a designar también a la madera de donde era extraído. Los portugueses, cuando descubren la región, la denominan “isla de Brazil” donde se encontraban estos árboles, ahora conocidos como “palo brasil”. Los “brasileiros”, en un principio, eran los que comerciaban con esta madera.

Continuará…

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