Cada generación tiene su propia “jerga” o modo de hablar que la caracteriza. Así, los niños hablan de una forma diferente a la de los jóvenes y estos a la de los adultos. Con ello, se afianzan las relaciones sociales mediante un código compartido que les permite a su vez identificarse como parte de un […]
Por Shirley Cortez González. 28 enero, 2013.Cada generación tiene su propia “jerga” o modo de hablar que la caracteriza. Así, los niños hablan de una forma diferente a la de los jóvenes y estos a la de los adultos. Con ello, se afianzan las relaciones sociales mediante un código compartido que les permite a su vez identificarse como parte de un colectivo determinado y diferenciarse de los otros.
En la jerga juvenil, tan cambiante, no es raro el recurso de emplear palabras que en origen tiene sentido negativo para denotar lo contrario, como sucede, por ejemplo, con los ya cada vez menos frecuentes “mostro” y “maldito”, que pueden funcionar como interjecciones que comunican aceptación: “-¿Vamos al cine? -¡Mostro!” o como adjetivo con valoración positiva: “¡Qué mostra tu camioneta!” (= excelente); “¿Qué tal estuvo el concierto? –¡Maldito!” (= fenomenal). Esto es, “mostro” y “maldito” dejan de tener una valoración negativa y asumen una positiva e, incluso, ponderativa. Lo mismo sucede con “mal” en “Me divertí, ¡pero mal!”, que pasa a significar “me divertí un montón/ muchísimo/ bastante”.
En este sentido, se puede escuchar a los jóvenes decir “Te quiero demasiado” en lugar del tradicional “Te quiero mucho”, lo cual provoca un conflicto interpretativo entre generaciones, pues para los adultos la primera forma puede resultar negativa si nos atenemos al significado de “demasiado”. Según el Diccionario (DRAE 2001), “demasiado” significa ‘Que es en demasía o tiene demasía’ y ‘excesivamente’, por lo que asume un valor negativo, pues se supone que se sale de lo permitido, de lo normal, de lo recomendable: “No fumes demasiado”; “He comido demasiado”; “Habla demasiado”; “Hace demasiado calor”. En todos estos casos el hablante indica que le parece excesiva la realidad que cuantifica con “demasiado”.
Sin embargo, el habla juvenil ha ampliado el significado de esta palabra y le atribuye un valor positivo, es decir, “demasiado” indica un exceso que no se considera malo, sino más bien adopta un valor superlativo, como el que tiene “muy” o “muchísimo”, como en “El concierto estuvo demasiado bueno”; “Las olas estaban demasiado buenas”; también puede equivaler a “excelente”, “lo máximo”: “Esta banda es demasiado”.
En conclusión, no se asuste si su hijo le dice que lo quiere “demasiado” o que la comida está “demasiado buena”, pues en realidad lo que le está diciendo es que lo quiere “mucho” o que la comida le ha parecido “muy buena”.