Por Enrique Ramirez
Por Julio Talledo. 30 abril, 2013.Lástima que solo sea un día. Todos los 24 de abril el mundo le presta atención a este tipo de contaminación más sutil, que sin embargo y casi sin que uno se percate –a la larga– es peligroso y causa malestares permanentes en el cuerpo. Permanentes sí, a nivel físico y sicológico.
Según los especialistas el daño producido por la contaminación acústica se presenta de manera irreversible y sin aviso previo. Va desde el daño que se hacen las personas (jóvenes en su mayoría y los usuarios de los omnipresentes teléfonos celulares) al usar audífonos tipo botón o pastilla.
También están los ruidos descomunales de bocinas, taladros, pitidos, alarmas, gritos en la calle, tráfico en la ciudad, motosierras, equipos industriales, etc., a los que se ven expuestos los ciudadanos todos los días. Todo ello daña los oídos y el cuerpo en general, aunque esto no se perciba de modo inmediato. Es gradual, pero cuando ya es irreversible recién se cae en la cuenta de que la capacidad auditiva personal ha disminuido peligrosamente. El ruido, además, provoca estrés y los médicos advierten que puede incluso dañar al feto y afectar el habla.
No es una exageración mencionar que una generación entera se está quedando literalmente sorda.
Ante este sombrío panorama hay una solución de lo más práctica y sencilla. Ahora que los valores están tan venidos a menos, rescato aquí uno que tiene relación con este tema en el Día Internacional de concienciación sobre el ruido: el respeto. Sí, porque allí donde termina nuestro derecho empieza el de nuestro semejante.
Si tuviéramos un poco de consideración y respeto con los demás, no veríamos –ni escucharíamos– por ejemplo, autos, camionetas y mototaxis (que transitan por hospitales, iglesias o casas dedicadas al cuidado de los enfermos y ancianos) haciendo un ruido infernal con sus bocinas, sin importarles que quienes están dentro necesitan precisamente un poco de silencio para descansar o desarrollar sus actividades.
Respeto, sí; un poco de consideración hacia los demás y hacia nosotros mismos. Audífonos con tanto volumen que uno se entera sin querer del tema musical o el contenido de una conversación telefónica que debería ser por lógica privada. A propósito, para los usuarios con este tipo de audífonos, la sugerencia es 60/60. Es decir, no usar el aparato más de una hora continua y a una potencia o volumen de 60 por ciento del total que pueda producir ese aparato en particular.
Disfrutemos del silencio. A veces es muy complicado conseguirlo en una ciudad tan ruidosa como la nuestra, pero hagamos el esfuerzo. Además es bueno para la salud.