El exdecano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Piura expresa su saludo, por motivo del día del maestro, a todos los profesores que ejercen esta maravillosa profesión.
Por Pablo Pérez. 05 julio, 2013.La vida del hombre tiene muchas tareas, unas más urgentes y otras más importantes. Pienso que entre todas destaca la educación. Después de la sobrevivencia, lo más importante que ha de hacer la persona es educarse para llevar a la plenitud su ser, lograr un comportamiento realmente humano y alcanzar sus fines. Esto ha hecho que el maestro sea siempre un ser respetado y honrado en todas las sociedades a lo largo de la historia. Sólo cuando el hombre ha perdido su valor, porque la vida se ha centrado en las riquezas materiales, esa profesión ha perdido su consideración social. He de decir con tristeza que pienso que estamos en uno de esos momentos de la historia, y es la razón que me ha llevado a escribir estas breves palabras.
Existen profesiones que centran la vida en el propio yo y sus éxitos, y otras que llevan a dedicarse a los demás, a hacer posible que alcancen sus metas. Entre éstas ocupa un primerísimo lugar la de maestro. Lo que éste aporta a la formación humana de las personas, a su crecimiento y felicidad pocos más lo hacen. Si el hombre fuera agradecido no olvidaría nunca lo que debe a sus maestros y el lugar preferente que debiera tener en su corazón. Los primeros en ese agradecimiento debieran ser los padres, pues la ayuda que significan en su tarea educadora es invalorable. Pero alcanza a toda la sociedad, pues la grandeza de las personas que la habitan está pendiente de la educación que reciben en los colegios. La obligación de educar recae principalmente en los padres y debiera ser su ilusión primera, pero no es así en muchas ocasiones y, en otras, están incapacitados para hacerlo, por lo que precisan poner en manos de los profesores esa gran responsabilidad.
Son muchos los que piensan que la educación recibida por sus hijos la pagan, y se enfrentan al profesor como el cliente que reclama el producto pagado, no piensan ni comprenden que lo que el profesor pone en sus hijos es más que una envoltura o los condimentos de una buena cocina. Pone su corazón y su cabeza, su tiempo y sus preocupaciones en alguien que quiere ver crecer y ser feliz. Se dedica a hacer de cada niño un hombre preparado para la vida, que se comprenda a sí mismo y a los demás, que se quiera a sí mismo y a los demás. Debemos entender que el colegio es un hogar donde se forman sus mentes y sus corazones a semejanza de los de sus maestros. Quizá esta sociedad, tan pendiente de conseguir de los demás exclusivamente lo que le interesa, no acaba de comprender que la educación es entrega, es poner en los demás lo que personalmente se posee y hacer que crezca en el otro la riqueza que encierra. Sin embargo, es eso lo que hace el buen profesor, algo que ni la persona ni la sociedad podrán agradecer nunca lo suficiente. Vaya pues mi saludo y mis felicitaciones a esos maestros a los que tanto les debemos y tan mal tratamos en tantas ocasiones. Que hoy sea un día de auténtico reconocimiento a su sacrificada labor.