29

Ago

2013

Estaba enfermo desde hace más de 15 meses, pero seguía firme, luchando, enseñando, orando. Su condición de salud había decaído mucho y había empeorado en los últimos días.

Por Elena Belletich Ruiz. 29 agosto, 2013.

enrique ramirez_radioEstaba enfermo desde hace más de 15 meses, pero seguía firme, luchando, enseñando, orando. Su  condición de salud había decaído mucho y había empeorado en los últimos días. Aún así, la noticia de su muerte, nos consternó a todos ayer en la Universidad de Piura. Y es que, aunque creamos estar preparados, siempre la partida de un ser querido, de un amigo, nos afecta. Sin embargo, hoy queremos recordar su calma, la serenidad y la fe, con la que Enrique Ramírez Cortez procuró llevar su enfermedad y así lo quiso transmitir  en sus palabras, en sus artículos.

Creo que el mejor homenaje es recordar algunas frases de los artículos que escribió y publicó en este último tramo de su vida. En uno de ellos, (El dolor y la sonrisa. 04/2012) nos recuerda que el dolor es algo intrínseco al ser humano…. “de alguna u otra forma  convive con nosotros. Está allí”.

“Los médicos afirman que el dolor físico es muy útil porque avisa, pone en alerta, intenta decirnos que algo en nuestro cuerpo no marcha bien;  que prestemos atención y visitemos cuanto antes al especialista. Dolor físico a fin de cuentas…. Estoy seguro de que el dolor también es una excelente ocasión para conseguir varias cosas valiosas para nuestra alma y nuestra vida. Puede servirnos, por ejemplo, para ser más conscientes de nuestras limitaciones físicas, como seres humanos; para valorar lo poco o mucho que tenemos; para madurar y hacernos más fuertes espiritualmente. El dolor sirve también para ayudar a otros con nuestras oraciones; para acercarnos más a Dios y, en mí caso particular, para darme cuenta de que necesito de los demás y para ser muy agradecido con muchos: con la familia, los colegas en la Facultad, con las autoridades en la Universidad, con mis alumnos, con el personal administrativo, con los amigos… En segundo lugar, y tal como lo deja ver San Josemaría Escrivá en la siguiente cita no literal, si en medio del dolor, la Providencia nos da la gracia de sonreír a quien está delante de nosotros, eso sí que tiene un inmenso valor ante los ojos de Dios nuestro Señor.  Así que mucho ánimo, que el dolor también es una excelente oportunidad para mejorar alabando a Dios”.

Su mensaje aleccionador nos ayuda saber que él había descubierto ya el significado del dolor y le sacaba provecho para santificarse. En otro de sus artículos (El diario de Elena) sobre “un enternecedor relato acerca de la experiencia vivida por los padres de Elena, una niña de apenas 6 años de edad enferma de cáncer cerebral…  Una historia de valor y un testimonio de vida que los esposos Desserich quieren compartir con todos, en especial con los padres de familia: a nuestros hijos debemos amarlos, comprenderlos, escucharlos, abrazarlos, tenerles paciencia y, muy especialmente, procurar estar con ellos todo el tiempo posible”. Es lo que hizo Enrique con su pequeña Josefina, la amó, la acompañó y aconsejó todo el tiempo que pudo. Seguramente también la engrió y le cumplió inocentes  ‘caprichos’, como llevarla presuroso o alzarla y hacer que esté cerca para que le caiga el agua bendita que rocía el sacerdote cada domingo a los fieles de la parroquia Santísimo Sacramento, al culminar la Misa.

Un magnífico padre, un gran amigo; una persona mesurada, respetuosa, prudente al referirse a los demás; un profesional responsable, formador de generaciones de estudiantes (hoy graduados) en temas radiofónicos, en la UDEP. Un radioaficionado  de los grandes; corresponsal de Radio Corea Internacional, Radio Japón y Radio Taiwán Internacional; un profesor preocupado por  inculcar responsabilidad ante la audiencia, en la difusión de mensajes.

Enrique fue también, y al mismo tiempo, un hijo amable; un amante esposo, que –quizá– preparándose para su partida, dedicó su último artículo (publicado en El Tiempo) a su fiel compañera, bajo el título “Una buena esposa”, que concluye así: “¿Hasta cuándo seguirá esto? No lo sé. Con ayuda de la Providencia, de las oraciones de tantas personas, lo que sí sé es que es que mi amada Rosita seguirá conmigo, a mi lado, queriéndonos,  aguantándome… hasta que la muerte no separe”.

Como Enrique, y ante el dolor de  sus amigos y familiares, parafraseo sus palabras: Estoy segura de que el dolor, el pesar,  la tristeza que experimentamos son una excelente ocasión para conseguir varias cosas valiosas para nuestra vida, por el bien de nuestros seres queridos y para nuestra alma y la de los que ya han partido al encuentro del Padre.

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