Por Moisés Pariahuache
Por Julio Talledo. 07 octubre, 2013.“Escribir, leer, volver a leer y volver a escribir: son los recursos del pensar. Escribir es poner en limpio lo pensado, leer es comprender lo pensado por otro. Ese es el telar en el que se teje nuestra vida intelectual. Lo único realmente importante es no para de pensar, porque los seres humanos siempre podemos pensar más y eso nos hace cada vez más humanos, cada vez mejores” ( Jaime Nubiola, Invitación a pensar. 2009).
La persona es un buscador por naturaleza y esto engrandece su vida, en la medida que sabe buscar, buscar el bien y –sobre todo– buscar bien el bien. Sucede lo contrario cuando renuncia a esa búsqueda: el desánimo, la rutina y el conformismo ensombrecen la experiencia personal. Esta es una realidad que los docentes, como cooperadores de la educación de niñas y niños, deben conocer; y, como el conocer exige fidelidad con lo conocido, planeamos tres procesos que orientan esa búsqueda: pensar, escribir y conversar.
Las circunstancias y las tendencias actuales desafían constantemente al docente, obligándolo a ser un pensante y dialogante. El Ministerio de Educación les propone cambios cuando no hay resultados satisfactorios, y los avances tecnológicos les permiten acceder a abundante y diversa información. Al mismo tiempo, buena parte de la sociedad avanza con rumbos inciertos: sin perspectivas, sin capacidad de apertura y subestimando la dignidad y vida de los demás, etc. En una conferencia, Alfredo Rodríguez señala que si bien el docente no puede solucionar los problemas del mundo, tampoco puede ser insensible ante ellos.
En este contexto desafiante hay que preguntarse: cuál es mi misión, qué es lo importante y esencial que debo hacer en cada situación. Saberse preguntar, aprender a comunicar los razonamientos y registrar lo pensado permitirá: descubrir las ideas que cada uno es capaz de concebir y encontrar la solución a los problemas del entorno.
Pensar, aprender a pensar y enseñar a pensar podría ser una de las tareas clave para la calidad educativa. Con ello, se superaría la pasividad intelectual de los niños, la indiferencia frente a los problemas del entorno y descubriríamos los valores que nos perfeccionan. Una experiencia como esta amerita ser escrita porque así se aprende a sintetizar información, se tiene un segundo aprendizaje y –sobre todo– se acepta, implícitamente, compartirlo. Cuando se comparta, se evidenciará que hay más felicidad en dar que en recibir. Escribir también es revivir la experiencia; a nivel emotivo y cognitivo, la escritura es una herramienta.
Junto al pensar y el escribir, cobra sentido el conversar. El Papa Francisco lo advertía: el problema de los adultos es la soledad…, ellos lo que necesitan es escucha y compañía. El conversar va más allá de la difusión de un mensaje, implica saber escuchar, aprender a estar con el otro y evidenciar que te importa. El aprender a conversar nos permitiría tener consensos, ser más propositivos que reactivos y, sobre todo, evitar conflictos o esas desavenencias que no faltan en los equipos docentes e incluso en los hogares.
Aprender a pensar, a escribir y conversar es un hábito elemental que se aplica a cualquier profesión porque acerca, de manera disciplinada, a la verdad y la excelencia. Este es un desafío en el Diplomado en Práctica y Gestión Educativa que la UGEL de Sechura, la Municipalidad de Vice, ADEU y la Universidad de Piura promueven en el marco del Programa “Mejora del sistema educativo y promoción de una cultura emprendedora para el impulso del tejido microeconómico del Distrito de Vice, Provincia de Sechura, Piura, Perú”, que financian la Generalitat Valenciana y la Fundación Mainel.
Esperamos que el docente se anime a vivir con más empeño ese proceso de aprender a pensar, a escribir y conversar, de modo que al preguntarse ¿qué es lo bueno que hice hoy? o ¿qué debería hacer?, encuentre más de un dato que valga la pena ser escrito. El simple hecho de tener profesores que piensan lo que dicen, el porqué de lo que hacen, y que apliquen lo que estudian, hará diferente a las escuelas y trasmitiría ideales más altos y exigentes a la niñez.