Por Gerardo Cabrera, estudiante de intercambio en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra (España).
Por Julio Talledo. 21 abril, 2014.El 5 de abril falleció Óscar Avilés. Un grande. Considerado, por la prensa y los autorizados, la primera guitarra del Perú. Desde los 70’ son conocidos sus encuentros festivos con la selección peruana de fútbol: “¡Yo también me llamo Perú!” entonaba junto a su excelso compañero Arturo ‘Zambo’ Cavero. Sus canciones, al compás de su guitarra, predican el universo criollo, cantan el desamor de los negros, del mestizo, del criollismo peruano que a cualquiera transporta a las peñas de la vieja Lima o a las jaranas que se arman en algún callejón del Rímac o el Callao, mientras se bebe la cerveza, se come la carapulcra o el picarón. Lucho Coronado, cantante y guitarrista, explica: “No se debe olvidar a Felipe Pinglo Alva, precursor importante con su vals ‘El plebeyo’. Chabuca Granda, años más tarde y con Avilés a la guitarra, hizo revivir el vals con ‘Fina estampa’ o ‘La flor de la canela’”. Así es, no olvidemos a compositores de la talla de Augusto Polo Campos, por ejemplo. Hace unas semanas, además, falleció también otro exponente importante: Pepe Vásquez. La lista es interminable.
Sin embargo, las composiciones de Pinglo y de Polo en las interpretaciones del Zambo Cavero y de Chabuca Granda, y con la guitarra del maestro Avilés, solo nos comunican una expresión criolla de nuestro país. Un enfoque, como repito, acorde con el criollismo capitalino que poco a poco se fue extendiendo a otras regiones (Trujillo o Ica). Piura, en tal caso, sigue muy influenciada por la onda pasillera y de sanjuanitos ecuatorianos. También sobreviven los huaynos, los tristes yaravíes, las cumananas… Todo muy por debajo de la moda musical actual: la cumbia. Y, entre todo ello, está otro exponente, gran maestro y laureado concertista. Me refiero al ayacuchano Raúl García Zárate, la otra primera guitarra del Perú.
La cuestión es simple. Por un lado, si entendemos que Avilés representa a la guitarra criolla, García Zárate expresa la visión andina del Perú. Y por el otro, es necesario rescatar-recordar a este artista ayacuchano, pues muchas veces los medios nos emboban con calificativos extraordinarios y reseñas superficiales. Su guitarra nos mueve a la remota, melancólica y casi olvidada situación inca: ¡un yaraví, un huayno, una muliza! La música de García Zárate exhibe ese sentir inca, esa pasionaria idea quechua de un mundo lejano conquistado por los españoles y las ya conocidas consecuencias. El Perú es un país de todas las sangres, una fusión de caracteres no fácil de entender. Él es ejemplo de ello: de rasgos asiáticos y un pausado hablar español y quechua, tiene todo el carisma de un cholo peruano.
Existen muchas diferencias entre estos dos artistas. Una de ellas, si bien son contemporáneos y cultivan géneros distantes, es la difusión mediática que los medios le han otorgado a cada uno. Aquí entra, a mi parecer, el prejuicio referido a que “lo vernacular no vende” o “no gusta”. La música andina no debe perderse, es imprescindible ante la ola de sonidos con los que crecemos. ¿Por qué? Esta música nos remite a nuestra propia historia, entre pólvora y caballos; el sentimiento y sentido histórico se complementan cuando escuchamos ‘Adiós, pueblo de Ayacucho’, ‘Valicha’, ‘Vírgenes del Sol’ o ‘Punchauniki’. ¡Qué temas! Y la música de García Zárate lo expresa y lo define bien: los capítulos tristes de la Historia del Perú ya tienen acompañamiento.
No sé si en algún momento Avilés y García se juntaron. No sé si la mayoría de jóvenes conocen a ambos por lo que representan, pero alegraría mucho que valoraran la guitarra andina y lo que significa para los peruanos la historia de nuestros antepasados incas en estos acordes. Manuelcha Prado es otro grande, así como referentes más comerciales: los hermanos Gaitán Castro o William Luna. No obstante, García Zárate expresa en sus interpretaciones el significado y los simbolismos de las tradiciones incas fusionadas con las que trajeron los españoles. Cuando a Óscar Avilés le preguntaron por García Zárate, respondió: “…sus composiciones son admirables porque transmiten el espíritu de sus tierra”.
De nada sirve que se premie o galardone a este tipo de artistas si su música no es difundida (salvo los programas que se emiten en TV Perú o Radio Nacional). A estas alturas, la locura del reggaetón ya pasó, pero se vive la fiebre Dj del pop de masas y la euforia de la cumbia. A estas alturas, se debe promover una cultura de lo que es y vale la música peruana vernacular, sin prejuicios ni ascos. Ya se fue Avilés. Maestros como García Zárate o Manuelcha Prado no son eternos. ¿Quiénes los sucederán?