La Universidad de Piura presentó el jueves 28 de agosto el libro “Álvaro del Portillo. Sembrador de paz y de alegría”, obra del padre Antonio Ducay Vela. La presentación se
Por Giancarlo Martinez. 28 agosto, 2014.La obra del padre Ducay, quien vivió cerca de san Josemaría y don Álvaro, cuenta las aventuras de Álvaro del Portillo, estudiante de ingeniería de caminos, un joven con una gran categoría humana y espiritual, que deja sus proyectos personales para seguir la senda de un camino más importante y trascendente; cuando conoce en Madrid a san Josemaría Escrivá de Balaguer, emprende la aventura más grande de todas: dedicar su vida a la Obra de Dios.
Acerca del Libro
El libro es de fácil lectura. En cada uno de sus capítulos llama a los lectores a reflexionar, a través de las anécdotas de don Álvaro, con aquellos pequeños grandes detalles que le puede suceder a cualquiera, pero que no ‘cualquiera’ sabe enfrentar con tal grado de humildad y amor. Por ejemplo, un día su hermano menor Carlos se puso a jugar con uno de los planos de Álvaro, en los que el ingeniero había invertido muchas horas de trabajo. El pequeño dejó caer sobre ellos una buena cantidad de tinta y quedaron inservibles. A continuación sucedió algo que describe su gran corazón. Álvaro lo sentó sobre sus rodillas y con aquella serenidad que lo caracterizaba, le hizo ver la importancia del tiempo que había empleado en realizar aquel trabajo y cómo, por haber jugado donde no debía, lo había echado a perder.
“Me que quedé asombrado. En vez de pegarme, me enseñó la importancia de aquel trabajo para que yo fuera más cuidadoso en adelante”, cita de Carlos del Portillo, hermano menor de don Álvaro.
Según el P. Ducay, San Josemaría, al referirse a don Álvaro decía: “es como uno de vosotros”. El fundador del Opus Dei hablaba del segundo gran canciller de la Universidad de Piura con frases breves, llenas de cariño y de agradecimiento. Recordaba como él, en épocas de incomprensiones hacia la Obra, en el Concilio Vaticano II, hizo suyo el mensaje de hacer posible la santificación en el mundo a través de acciones cotidianas y ordinarias, y además cómo lo convirtió en magisterio oficial de la Iglesia. En aquellos años, don Álvaro explicaba con claridad la Obra de Dios en los diferentes ambientes de la Santa Sede.
Bajo ese contexto, el P. Ducay recuerda un comentario referido a don Álvaro, que alguna vez escuchó decir a san Josemaría: “Algunas veces ha puesto él las espaldas para que no me den a mí los golpes”.
Aquí unas paginas del libro donde se muestra la carta que escribió don Álvaro del Portillo a don Vicente Pazos, Vicario del Opus Dei, en agradecimiento por el reloj que recibió san Josemaría en su visita al Perú en 1974.
El Autor
El padre Antonio Ducay vivió cerca de don Álvaro del Portillo en Roma, de 1955 a 1957, mientras realizaba su doctorado en Derecho Canónico. Se ordenó como sacerdote en 1959 y, desde entonces, ha vivido en el Perú. Pertenece a la prelatura del Opus Dei y es capellán de la Universidad de Piura. Actualmente reside en Lima y desarrolla su actividad sacerdotal en el campus de la UDEP y en otros centros culturales dirigidos a universitarios y profesionales.
Con mucha alegría y nostalgia el padre Ducay, como afectuosamente lo conocen en la UDEP, revela que cuando él vivía en “Villa Tevere”, sede central del Opus Dei en Roma, era normal ver siempre juntos a san Josemaría y don Álvaro.“En ese entonces con don Álvaro no teníamos muchas atenciones. Sin embargo, él siempre estaba pendiente con el dato exacto que el padre pudiera necesitar. Recuerdo la vez que San Josemaría nos contaba un encuentro con sor Lucía, la vidente de Fátima. El preguntó: ¿Recuerdas, Álvaro, cuántas estampas nos dio sor Lucía? La respuesta llegó al instante: ‘Tantas’, Padre”, relata Antonio Ducay.
El 15 de septiembre de 1975 don Álvaro del Portillo fue elegido primer sucesor de san Josemaría. El 28 de noviembre de 1982, al Constituir la Obra en Prelatura Personal, el Beato Juan Pablo II le nombró Prelado del Opus Dei, y el 6 de enero de 1991 le confirió la ordenación episcopal. Monseñor Álvaro del portillo falleció la madrugada de 23 marzo de 1994, pocas horas después de regresar de una peregrinación a Tierra Santa. La mañana anterior había celebrado su última misa en la Iglesia del Cenáculo en Jerusalén.
El mismo día, 23 de marzo, el beato Juan Pablo II acudió a rezar a los pies de don Álvaro a quien él consideraba su amigo. Sus restos reposan en la Cripta de la Iglesia Prelaticia de Santa María de la Paz. El 27 de septiembre como recuerdo de su bondad, humildad y paz interior, será beatificado en Madrid.
Álvaro del Portillo, viajero infatigable, ha sido visto y escuchado en directo por más de cien mil personas. Su mayor aventura, que terminó triunfante, fue la lucha personal por alcanzar la santidad. Tuvo un carácter fuerte, enérgico y al mismo tiempo, fue capaz de irradiar paz y alegría a su alrededor. “Era un hombre parecido a nosotros y ‘todos’ podemos ser como él”, mencionó el P. Ducay.