La enseñanza generosa del filósofo Leonardo Polo Barrena en y desde la Universidad de Piura (UDEP), durante 15 años —1983-1999— en las temporadas de vacaciones europeas constituye un acto de fe en Piura. Apreciamos su magisterio en un homenaje que le rendimos el 20 de agosto último, conmemorando el primer año de su fallecimiento. Fui […]
Por Luis Eguiguren. 01 septiembre, 2014.La enseñanza generosa del filósofo Leonardo Polo Barrena en y desde la Universidad de Piura (UDEP), durante 15 años —1983-1999— en las temporadas de vacaciones europeas constituye un acto de fe en Piura. Apreciamos su magisterio en un homenaje que le rendimos el 20 de agosto último, conmemorando el primer año de su fallecimiento.
Fui testigo directo de sus visitas a Piura. Constantemente, él pensaba en el desarrollo intelectual de las personas de nuestra tierra. Sus palabras constituyen firme aliciente para avanzar intelectualmente, recordando sus propuestas concretas. Su notable perspicacia le permitía reconocer lo más y lo menos positivo de nuestro medio y de nuestro comportamiento; no dejaba de advertírnoslo, empleando su fino sentido del humor. Aprecio que nos estimaba con nuestros defectos pero, siguiendo el consejo de san Josemaría Escrivá —a quien tanto admiraba— no quería nuestros defectos en tanto estos nos apartan de la búsqueda de la perfección delante de nuestro Creador.
Presencié su delicadeza y tino para corregir, deteniéndose por ejemplo a explicarnos la necesidad de superar la propensión a la anomia que notaba en nuestra sociedad. A su lado, reconocí su notable afán de comunicarnos su experiencia, adquirida a través de tantos años de docencia. Nos aconsejaba, por ejemplo, desarrollar un tema frente a los alumnos con aplomo, pero, a la vez, reconociendo siempre los límites de lo expuesto. Así, las clases resultan continuo incentivo para la investigación personal.
Las reuniones con el doctor Polo estuvieron siempre signadas por la amistad, y el buen humor. Con la afinidad de amigos próximos, escuchamos su cautivante filosofar. Don Leonardo así siguió a los grandes maestros de la Escuela de Atenas: Sócrates, Platón y Aristóteles; quienes tanto mostraron lo fundamental que es la amistad para adentrarse en la búsqueda de la verdad.