El Dr. Jesús García Iglesias, de la Universidad de Oviedo, expuso en la Universidad de Piura sobre los estudios realizados al Santo Sudario de Oviedo en los últimos 25 años.
Por Cristhian Rojas. 03 noviembre, 2014.El Santo Sudario de Oviedo y la Sábana Santa de Turín -o síndone- son dos telas que, acorde a las Escrituras, fueron utilizadas para recubrir el rostro y cuerpo de Jesucristo, respectivamente, tras su muerte en la cruz. Las investigaciones en torno a ambos objetos han sido numerosas y con distintas conclusiones: desde aquellas que afirman que se trata de meras falsificaciones hasta otras que aseveran que son aquellas que se citan en los capítulos del Nuevo Testamento.
Al respecto, el Dr. Jesús García Iglesias, de la Universidad de Oviedo, tras investigar por 25 años el Santo Sudario de Oviedo, expuso sobre los estudios y análisis realizados a la luz de la ciencia. ¿Qué puede afirmarse -o refutarse- sobre esta tela?
Sobre ambas prendas, desde un inicio, el Dr. García fue firme al decir que no ha sido posible afirmar con rigurosidad científica que hayan tenido contacto con el cuerpo del Mesías. Entre otras razones, porque no hay posibilidad de realizar una prueba de ADN.
Y es que, a lo largo del tiempo, se han sucedido una serie de investigaciones, restauraciones, entre otras intervenciones que, al no haber guardado un extremo cuidado, terminaron por contaminar las telas. “Hay manchas de purpurina, utilizada para restaurar el marco de plata. Se ve también agujeros que indican que la tela fue cosida para que no se cayese”, agregó.
Sin embargo, a pesar de estas limitaciones, no hay ningún otro personaje histórico que haya sufrido una flagelación, una coronación de espinas, una crucifixión y una lanza en el cuerpo; hechos que pueden intuirse según las manchas de sangre que han quedo impregnadas en el sudario y en la sábana. “Puede decirse que encaja. No hay relevo, no hay otro posible”, declaró.
El error del 14C
Según algunos trabajos realizadas con carbono 14, los residuos orgánicos en el sudario de Oviedo pertenecerían al siglo XIV, por lo que se trataría de una falsificación. Al respecto, Jesús García refutó esta postura al mencionar que, en estos análisis, no se ha tenido en cuenta el proceso de biodegradación, que tiende a “rejuvenecer” las telas. Por lo tanto, si los resultados hubiesen mostrado que la prenda era del siglo I, cuando murió Jesús, se trataría efectivamente de una imitación, explicó.
Asimismo, recalcó que, para obtener una reproducción de este tipo en el siglo XIV, se habría tenido que crucificar a alguien de la misma manera en que se hizo con Jesús en el año 33, y hacerlo pasar los mismos padecimientos. Solo de esta manera se podría obtener una prenda que imite los rastros de sangre que están en el sudario de Oviedo, y que habría dejado el cuerpo de Cristo tras morir.
Una tela que “habla”
Tras su deceso en la cruz, era importante en la tradición judía no dejar que la sangre de los muertos se derramase, por lo que se procedía a recubrir con prontitud los cadáveres. Es así como los restos de este líquido, impregnados en las telas analizadas, pueden “hablar” sobre la muerte del crucificado.
Por ejemplo, a partir de estas evidencias, el Dr. García Iglesias distinguió los labios y la fosa nasal derecha -deformada hacía la izquierda- de quien se deduce fue Jesucristo, así como las escoriaciones -heridas en el cutis- ocasionadas por la exposición al sol durante su camino al Gólgota.
Por la distribución de las manchas de sangre, el estudioso también explicó la dificultad que se habría tenido al rodear el rostro con la tela, puesto que el cuerpo se encontraba en rigor mortis – rigidez de la muerte-. “Y lo que ocurre es que cuando encuentran el cadáver, la cabeza ya está inclinada”, mencionó. Esto, a su vez, concuerda con el evangelio cuando se menciona que el hijo de Dios inclinó la cabeza y expiró. “No estaba vencido. Cuando no podía ya ni respirar, seguía con la cabeza erguida”, añadió.