El informe por los primeros cien días de gobierno regional generó muchas expectativas y es bueno poner las cosas en su lugar. La política de comunicación debe ser agradecida en todo tipo de gobierno, especialmente aquéllos que son elegidos por sufragio popular; no obstante, se debe tener presente que no se trata de inaugurar obras, […]
Por Carlos Hakansson. 14 mayo, 2015.El informe por los primeros cien días de gobierno regional generó muchas expectativas y es bueno poner las cosas en su lugar. La política de comunicación debe ser agradecida en todo tipo de gobierno, especialmente aquéllos que son elegidos por sufragio popular; no obstante, se debe tener presente que no se trata de inaugurar obras, megaproyectos o exponer la forma cómo se han resuelto los seculares problemas de nuestra región, cien días son bastante pocos para esperar resultados de esta naturaleza pero sí suficientes para terminar de acomodarse en el cargo y disponer las principales líneas por las que se identificará su política de gobierno, el anuncio de acciones, su calendarización y ejecución.
Se debe diferenciar una campaña política mediática (cargada del qué hacer), frente al ejercicio de la política (las acciones de cómo hacerlo). Por eso, los primeros cien días es un tiempo suficiente para saber, con aproximación, todo lo que realmente podrá realizar el Gobernador regional y su equipo durante sus cuatro años de mandato. Dada la última reforma, el impedimento de una reelección inmediata no debería dificultar la continuidad de las obras inconclusas, como tampoco la posibilidad de volver a ganar las elecciones regionales si se nombra a tiempo a la persona llamada a ser candidato y seguir con las políticas trazadas por el mismo gobierno.
La semana pasada se ha percibido la intención de cuestionar el trabajo de la las autoridades electas en sus tres primeros meses a cargo, pero reitero que la expectativa que todos los ciudadanos tenemos por una buena gestión no puede agotarse en sólo cien días de gobierno, es conveniente ser pacientes, dejar trabajar a las autoridades y no dejar de fiscalizar todo lo que consideramos que pudo realizarse mejor; siempre bajo la tolerancia, clave en el juego democrático.