Entrevista a Juan Pablo Sánchez, estudiante de Derecho de la Universidad de Piura. En los últimos meses se ha dedicado a investigar sobre la figura de Monseñor Óscar Romero.
Por Dirección de Comunicación. 24 mayo, 2015.Hay quienes ven a Mons. Romero como un adalid de la revolución social, ¿lo es?
Algunos ven en él a un obispo “político”. En efecto, una visión superficial de sus actos da la impresión de que fue un obispo “político”. La realidad es otra: esa impresión se explica no porque Romero hubiera hecho apología de alguna ideología en particular, sino porque el mensaje que predicaba, ajustado a la doctrina católica, se dio en un contexto social hipersensible caracterizado por la polarización política, la convulsión social, etc. Al mismo tiempo, el entorno internacional estaba dominado por la Guerra Fría, a lo que se sumaba importantes transformaciones estratégicas ocurridas en la Iglesia Católica como las que fueron implementadas a raíz del Concilio Vaticano II.
En pocas palabras, el factor personal de Romero, quien tomó la decisión de ajustar su voluntad al cumplimiento de su misión en la Iglesia, coincidió con el factor estructural propio de la sociedad salvadoreña de ese tiempo, dando como consecuencia esta apariencia de “cura revolucionario”.
Sin lugar a dudas, Mons. Romero fue un hombre de acción…
Ciertos intelectuales han convertido a Romero en una suerte de ícono romántico, idealista y sentimental. Nada más lejano de la realidad: la actuación de Mons. Romero nunca estuvo basado en emociones superfluas sino en el amor a Dios. Este amor auténtico no se fundaba ni en la autocomplacencia ni en un afán por ser condescendiente con los demás.
Romero constituye un verdadero ejemplo de amor al prójimo…
En el sentido verdadero. El amor de Romero hacia Dios lo llevó a amar no solamente la Iglesia, sino también a sus enemigos, para quienes siempre tenía una palabra de consejo, aunque también de disciplina. Siempre mantuvo una actitud de apertura al diálogo con ellos, aunque jamás renunció a mantener la pureza de la doctrina católica.
Y el amor a Dios, ¿cómo se expresaba en su vida?
Romero llevaba una profunda vida interior. Cultivó desde pequeño la oración personal y la devoción a la Virgen María, especialmente a la advocación de la Virgen de la Paz. Su vida interior estuvo marcada por la espiritualidad ignaciana, la mística del monje Marmión y el ejemplo espiritual de San Juan de la Cruz, San Agustín y Santa Teresa de Ávila. Además, Romero tenía un claro referente espiritual en el Opus Dei, y muy especialmente en el padre Sáenz Lacalle, como muy bien lo ha documentado el profesor Roberto Morosso, principal biógrafo del nuevo beato.
El compromiso de monseñor Romero con la práctica de justicia social es reconocido por todos, ¿cómo entender su labor pastoral de atención a los más necesitados?
Romero actuó vivió con singular profundidad la caridad cristiana. Vio en los más necesitados el rostro de Cristo y tuvo una visión aguda de la pobreza humana. No se quedó en un concepto sociológico o clasista del pobre. Supo mirar la pobreza en sus diversas manifestaciones: las que resultan del desconocimiento de la Palabra de Dios o la de aquellas vidas hechas de espaldas a las exigencias del amor práctico al prójimo. Romero vivió y convivió con una multiplicidad de personas, cada una de ellas con su propia ideología política, estilo de vida, filosofía, gustos, costumbres e intereses, pero nunca se negó a tender un puente hacia ellas para intentar reconducirlas a Cristo, camino, verdad y vida.