Gabriel Castellá (Argentina), profesor del DBPH, nos habla acerca del vínculo materno-filial y de la influencia que tienen las vivencias maternas en en el desarrollo de la personalidad del hijo.
Por Posgrado y Extensión. 22 junio, 2015.El Dr. Gabriel Castellá (Argentina), profesor internacional del Diplomado Bases de la Psicología Humanista, nos habla en esta entrevista de sus investigaciones acerca del vínculo materno-filial en madres biológicas y adoptivas, y de la influencia que tienen las vivencias maternas en el desarrollo de la personalidad del hijo.
¿Desde qué momento se puede decir que existe un vínculo materno-filial?
Se podría afirmar que ya hay un protovínculo desde que la mujer habilita la motivación o las motivaciones y deseos para engendrar vida. Y, desde un punto de vista fáctico, desde el mismo instante en que el hijo emerge a la vida, esto es, desde la concepción. Ahora bien, ese vínculo allí iniciado necesita consolidarse, desarrollarse y madurar. Todo ese proceso se lleva a cabo en el extenso y artesanal período de crianza.
¿Es posible que ese vínculo nunca se genere, por ejemplo, en el caso de un embarazo no deseado?
Es imposible que el vínculo materno-filial no se genere. Podrá estar alejado de la plenitud y excelencia beneficiosas para ambos miembros de esa diada; podrá ser disfuncional, patológico, pernicioso o deficitario, pero no es posible que no se constituya.
¿A partir de qué momento la relación materno-filial empieza a influir decisivamente en la vida del hijo?
El vínculo madre-hijo, que es el más estrecho y profundo de todos los vínculos humanos, influye decisivamente desde el mismo momento en que se forja, es decir, desde la concepción.
¿Puede definir algún rasgo psicológico del niño?
Así es. Si el vínculo materno-filial se sustenta en el amor y este amor estuvo presente y pleno desde la concepción, ese hijo ve facilitado el camino a encontrarle sentido a su vida; a sentir que la vida es valiosa y que él mismo es valioso para la vida. Ese amor es el mayor y mejor respaldo existencial para el ser humano. Cuando el desamor caracteriza al vínculo y predominó desde la gestación (especialmente si se deseó abortar), este hijo tiende a sentir que su vida carece de sentido.
¿Cómo se produce esto?
De acuerdo a observaciones e investigaciones que realizó mi padre, Dr. Herminio Castellá, hace ya más de 50 años, toda madre formula para el hijo un programa de vida que se configura a través de tres ejes: las vivencias de la concepción, las vivencias de las circunstancias que acompañan a la concepción y las vivencias y experiencias ancestrales.
¿Cómo se desarrolla una relación materno-filial en los casos de adopción?
En estos casos se desarrolla una dinámica vincular materno-filial similar a la de la madre con su hijo biológico. Las madres adoptivas también formulan un programa de vida al niño que adoptan. Este programa de vida se configura a partir de las vivencias de la adopción, las vivencias de las circunstancias que acompañan a la adopción y la historia ancestral de la que esa mujer es portadora. La evidencia clínica muestra que si la adopción se produce antes de los 3 años del niño, tiende a borrarse o perderse el programa de vida original, el diseñado por la madre biológica. En cambio, si la adopción sucede teniendo el niño más de 3 años, conserva el programa de vida de la progenitora y añade el de la madre adoptiva.
Entonces, no es lo mismo ser progenitora que madre, en sentido estricto.
La mujer que engendra y gesta al hijo, por esta acción, es progenitora, pero aún no es madre. Solo se convierte en madre cuando asume el compromiso de hacerse cargo de la crianza de ese ser. Y ese es un acto de adopción, aunque se trate del ser gestado por ella misma. Esta distinción permite diferenciar dos roles trascendentales: la progenitura y la crianza. Ambos roles pueden llevarse a cabo por la misma mujer o por dos mujeres (o más) diferentes. Quien cumple el rol de dar vida es progenitora; quien cumple el rol de la crianza es madre.