Fuerza económica y lazos familiares en el espacio norperuano-surecuatoriano son las ideas que la especialista en Historia Regional e Independencia, Elizabeth Hernández, explicó en Congreso Internacional de Historia en Ecuador.
Por Jaim Córdova. 14 julio, 2015.La docente de la Facultad de Humanidades y especialista en Historia Regional e Historia de la Independencia, Elizabeth Hernández García, participó como expositora en el Congreso Internacional de Historia ‘Loja Histórica’ realizado entre el 24 y el 26 de junio del presente. Este evento fue organizado por el Municipio de Loja en coordinación con la Academia Nacional de Historia del Ecuador.
La ponencia, que giró en torno a los vínculos establecidos con el vecino territorio, se centró en dos ideas: la fuerza económica de la región y los lazos familiares establecidos entre el norte peruano y sur ecuatoriano, actividades pilares de inicios del siglo XIX en esta macroregión.
La especialista explicó que “desde mediados del siglo XVIII y principios del siglo XIX, el espacio nor peruano y sur ecuatoriano se había constituido en un referente de poder económico mercantil. La riqueza no era en metales preciosos sino capacidad mercantil. El norte del Perú era parte de todo el entramado de circuitos y de mercados.”
“Estas relaciones de cercanía y comunicación estrecha dentro de la región estaban al margen de los conflictos que los territorios podían tener respecto a las autoridades virreinales”. Y añade que “de la circulación mercantil en los distintos estratos socioeconómicos de toda la región, lo que salta a la vista son los entronques familiares en el grupo de privilegio, eso sí, en constante negociación con los demás sujetos económicos”, añadió.
Proyección económica de las familias de privilegio
Hernández explicó “en Hispanoamérica, las élites configuraron un modo de ser y de hacer” y que “uno de los asuntos que caracterizaron a nuestras respectivas elites fue la conexión matrimonial-económica”.
De este modo encontramos apellidos piuranos que afincaron en las provincias del sur de Ecuador y viceversa, como los Carrión y Merodio, Carrión e Iglesia, los Valdivieso y los Eguiguren.
“El matrimonio era una de las tantas estrategias de poder de este estamento donde, una vez establecidos los intereses económicos, las redes sociales se tejieron solas en torno a un apellido con raigambre”, indicó la especialista.
Por otro lado sentenció “los vínculos van más allá de las conexiones estrictamente familiares-económicos. También hablamos de las provincias sur ecuatorianas como meta de control familiar, el que no solo pasaba por el matrimonio, sino también por el control del circuito económico de un recurso desde los propios lugares de extracción y de producción”.
La educación superior, otro vínculo de interés
Además de los lazos familiares y económicos, concertados como una forma de obtener poder mercantil y territorial, la docente explicó que “la educación superior podía añadir un plus a todos los elementos nobiliarios de las élites hispanoamericanas. Hemos encontrado piuranos que realizaban estudios superiores en Lima, Trujillo e inclusive Huamanga; sin embargo, también la ciudad de Quito fue uno de los destinos más comunes por razones de cercanía. Matías José de Valdivieso y Céspedes, piurano, estudió jurisprudencia en la universidad Santo Tomás de Aquino en Quito, recibiéndose de abogado en dicha audiencia en 1741. Así se introdujo en la burocracia virreinal local, por ejemplo”.
Sin embargo, a inicios del siglo XIX este intercambio y producción de intelectuales que establecía vínculos político-educativos entre ambos espacios tuvo un punto de quiebre: el período juntista. Como señaló la especialista, durante “esos años se tomaron las provisiones necesarias para evitar que la efervescencia política quiteña llegase a las provincias norperuanas. A raíz de los sucesos juntistas de 1809, los padres y tutores de algunos de piuranos que estudiaban en Quito, solicitaron su pronto regreso como una manera de cuidarse de la difusión de ideas revolucionarias. Lo interesante a advertir es que la junta de Quito no fue apoyada por las ciudades ecuatorianas más conectadas al norte del Perú”.
Este espacio ‘surecuatoriano-norperuano’ fue, inclusive en momentos de tanta inestabilidad, un frente aparte, demostrando la identificación que había construido esta región en muchos ámbitos a lo largo de las centurias. Por ello, finalizó, “es un reto seguir analizando estos vínculos al interior de un gran espacio, habida cuenta de la pervivencia de estos contactos perceptibles hasta la actualidad”.