En el siglo XXI han surgido nuevos paradigmas en la manera de concebir el patrimonio y cómo gestionarlo. Hemos pasado de una época en la que solo se consideraba como patrimonio a los monumentos arquitectónicos y artísticos, a otra en que las manifestaciones inmateriales de la cultura, las máquinas, los lugares para la memoria, los […]
Por Diana Jhong. 02 septiembre, 2015.En el siglo XXI han surgido nuevos paradigmas en la manera de concebir el patrimonio y cómo gestionarlo. Hemos pasado de una época en la que solo se consideraba como patrimonio a los monumentos arquitectónicos y artísticos, a otra en que las manifestaciones inmateriales de la cultura, las máquinas, los lugares para la memoria, los paisajes, entre otros bienes, también son considerados como tal.
El concepto Patrimonio se ha incrementado cualitativa y cuantitativamente. Cada vez hay más bienes a los que atribuimos ese valor y más tipologías, lo que exige formas más complejas e integrales de gestionarlos para su correcto uso y conservación.
En las lagunas de las Huaringas tenemos el claro ejemplo de una tipología nueva de patrimonio, denominada paisaje cultural. Según Carl O. Sauer (1889- 1975), padre de la geografía cultural norteamericana, el primero en utilizar este concepto, «El paisaje cultural se crea a partir de un paisaje natural por un grupo cultural. La cultura es el agente, la naturaleza es el medio, el paisaje cultural es el resultado». En los lineamientos operativos para la implementación de la Convención de Patrimonio Mundial la Unesco, se los define así: «Los paisajes culturales representan la obra combinada de la naturaleza y el hombre.”
Estamos ante un patrimonio complejo en el que se muestra la estrecha relación entre lo natural y lo cultural, entre el hombre y la naturaleza y entre los elementos tangibles e intangibles de la cultura. Es un patrimonio que nos abre la posibilidad de diálogo, de trabajo interdisciplinar, de herramientas para el fortalecimiento de nuestra identidad regional, pero que –sobre todo– nos exige un gran esfuerzo de trabajo conjunto para su adecuada conservación.
Cada vez más se defiende la idea de que el patrimonio es un activo útil que puede generar rentabilidad social y económica. Sin embargo, es evidente que aún tenemos un largo camino por recorrer para que estas ideas se materialicen y se inserten en los planes estratégicos de desarrollo de los gobiernos locales y regionales.
¿Es prioritaria la conservación patrimonio?
En nuestra región, la puesta en valor del patrimonio no es una prioridad. Prevalece una idea de patrimonio que no contempla su valor educativo, social y económico en su total dimensión. Prestamos atención a estos bienes en la medida que se le asocia al sector turístico. No se entiende que deben ser tratados como bienes únicos y especiales, que tenemos el deber de protegerlos para el beneficio de la comunidad y no solo para los visitantes. El impulso turístico es importante pero si se vacía del objetivo principal (la conservación), entonces puede ser letal para el patrimonio.
Sin duda, hay un gran potencial para impulsar un turismo responsable y comprometido con su conservación. Pero, hace falta una visión integral del patrimonio que lo sitúe siempre en su contexto territorial y, por ende, relacionado con otros sectores: educación, medio ambiente, infraestructuras, economía, etc.
Reconocimiento de nuestro patrimonio
Nos alegramos y festejamos con los reconocimientos nacionales o internacionales que recibe el patrimonio piurano. Hemos estado atentos a las declaratorias de la Filigrana de plata, el sombrero de paja y la fiesta del Señor Cautivo como Patrimonios de la Nación y, aunque ha habido algunos avances de gestión que deben reconocerse, quedan siempre algunas preguntas sin respuestas claras ¿Cómo han impactado estas declaratorias en la calidad de vida de los poseedores de las prácticas artesanales? ¿Cuánto ha mejorado el consumo interno de estas artesanías? ¿Cómo ha contribuido la declaratoria en la mejora de la organización territorial en la Fiesta del Señor Cautivo? , entre otras.
También hemos seguido de cerca el proceso de difusión a la colectividad del proyecto integral Aypate, del proyecto Qhapaq Ñan del Ministerio de Cultura, para elaborar un Plan de manejo participativo, pero no ha habido más novedades al respecto. El Qhapaq Ñan es otro ejemplo de una nueva tipología de patrimonio, denominada itinerario cultural. Una tipología compleja que reconoce la riqueza y variedad paisajística de los caminos históricos. Es un orgullo que Aypate forme parte de ese nuevo Patrimonio Mundial, pero lo sería más si recibiera una verdadera atención de todos y se constituyera en un verdadero símbolo de unión para los piuranos.
Cambio en los políticos
En este contexto, urge un cambio de mentalidad en los políticos, en quienes dirigen las instituciones y en la ciudadanía, para que los procesos de conservación de estos bienes se realicen de manera sostenible.
Para ello, necesitamos programas y proyectos de gestión insertos en los planes de desarrollo, que consideren: a). La conservación del bien y la mejora del entorno inmediato; b). Un impulso turístico y comercial que vayan de la mano con el mantenimiento de actividades tradicionales y que respete los valores y creencias de los pobladores; y, c). La búsqueda de una verdadera participación comunal, pues actualmente los procesos de gestión y las labores de conservación del patrimonio han dejado de ser dominio exclusivo de un grupo de especialistas y académicos.
Los piuranos tenemos el gran reto de iniciar una gestión creativa y participativa de nuestro patrimonio. Es momento de probar nuevas estrategias. En este sentido, las universidades tienen un rol fundamental en la generación de propuestas de difusión de los valores patrimoniales y en incentivar la investigación, desde diversos campos, para atender a esta necesidad urgente. En las universidades, podemos contribuir en la elaboración y aplicación de planes de ordenamiento territoriales que incluyan los bienes patrimoniales y podríamos canalizar los recursos de la cooperación internacional para el desarrollo de proyectos en lugares patrimoniales. Hay que hacer llegar estas propuestas a las instancias correspondientes y buscar alianzas estratégicas del sector público y privado.
El sector educativo en general tiene el deber de fomentar una enseñanza de la historia y del patrimonio lo suficientemente interesante y atractiva, para que sensibilice y lleve al compromiso de la defensa de nuestros patrimonios. Aquí está la base de todo lo que en el futuro se pueda hacer para darle a la cultura el sitial que se merece en la sociedad.
Los medios de comunicación pueden también cobrar un rol más protagónico en la sensibilización de la ciudadanía y en hacer llegar a las autoridades esta preocupación por el futuro del patrimonio en la Región. Pueden motivar a la población a tomar cartas en el asunto de manera urgente.
Cuando este tema sea prioridad en la agenda de los políticos, no solo por motivos turísticos, y la sociedad tenga mayor identificación con su patrimonio, estaremos iniciando el camino seguro hacia un verdadero interés por la conservación del patrimonio, por el impacto que puede tener en el desarrollo integral de una población.
Esperamos que algún día, no muy lejano, se pueda aplaudir la acción que los piuranos de hoy emprendieron por la defensa de su patrimonio, como uno de los pilares para su desarrollo sostenible. De esta manera, se concretaría uno de los grandes objetivos del Plan Bicentenario, que apunta a que el 2021, los peruanos hayamos fortalecido nuestra identidad.