A menudo oímos: ‘hombres y mujeres somos iguales, tenemos los mismos derechos’ y es verdad. Pero biológicamente somos diferentes. La educación diferenciada considera este hecho para un mejor aprovechamiento académico.
Por Javier Paico. 23 octubre, 2015.A menudo oímos decir: ‘hombres y mujeres somos iguales, tenemos los mismos derechos’ y es verdad; pero biológicamente somos diferentes. Inclusive, se ha comprobado que nuestros cerebros lo son, desde siempre. Esas diferencias son las que considera la educación diferenciada para un mejor aprovechamiento académico.
Las diferencias entre los varones y las mujeres no pueden ignorarse y deben ser atendidas en el proceso educativo, señala la educadora Luzmila Flores, docente de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Piura y coautora del libro “Nuevo Paradigma Escolar. Educación Single Sex o Diferenciada”, publicado en América Latina.
Flores explica que la educación diferenciada pretende atender a cada tipo de ser humano; por eso, ‘ellos’ y ‘ellas’ estudian en lugares diferentes, para que se atiendan mejor sus peculiaridades. Señala que esta es una opción pedagógica valiosa y de vanguardia, que se fundamenta en el principio de la libertad de enseñanza.
“Evidentemente no es solo separar, sino diferenciar mediante un sistema educativo que trata de modo integral la primera diversidad de la persona humana: la sexual, factor que condiciona muchas de sus actuaciones, incluso el modo de aprendizaje. El periodo donde especialmente se deben atender dichas diferencias es entre los 6 y los 16 años”.
Los avances científicos de los últimos años han permitido demostrar que, efectivamente, sí hay diferencias entre el cerebro del niño y de la niña. La neurociencia enseña que actúan de modo diferente ante un mismo estímulo. Si ambos cerebros son distintos, el modo de aprender también lo es. “Por ello, la educación diferenciada es una propuesta metodológica, que contempla adaptaciones curriculares; es decir, que a todos se les enseña lo mismo, pero de forma diferente”, explica la Mgtr. Connie Nalvarte, docente de la UDEP, máster en Educación con mención en Psicopedagogía y diplomada en Educación diferenciada.
Indica que si bien este tipo de educación vela porque los contenidos sean los mismos, la forma de presentarlos o trabajarlos en el aula es distinta, dependiendo de si los estudiantes son varones o mujeres. Nalvarte detalla que ambos tienen su propio estilo para ver las cosas. Siendo así, el aula se arreglará de diferente forma, habrá algunas actividades y un sistema de evaluación distintos, que garanticen la verdadera igualdad, sin que se exija a un niño una conducta que es más natural en una niña o viceversa.
La especialista explica que el niño necesita moverse más que la niña. En una jornada de siete horas de clase, requiere un promedio de ocho recreos para que su cerebro atienda mejor las explicaciones del profesor. “Estiran las piernas, corren, se ejercitan físicamente. Luego, vuelven al estado de reposo que les permite concentrarse en el aula. En cambio una niña de la misma edad, solo necesita dos recreos”, menciona la docente.
Esto, según Nalvarte, produce que en un aula mixta el dominio de clase sea más difícil para el profesor. Los perjudicados son, tanto el niño, a quien se le está pidiendo algo para lo cual su organismo no está preparado todavía; y la niña, que necesita atender la clase entre este distractor al que constantemente se le llama la atención.
“La educación diferenciada se fundamenta en el principio de la libertad de enseñanza”
Beneficios de la educación diferenciada
El primero, y el más importante, refiere Nalvarte, es que rompe los moldes estereotipados sobre qué logros debe alcanzar un(a) niño(a) al terminar la educación inicial. “Por ejemplo, un niño que entra a primer grado ya sabe leer y escribir, pero puede tener una caligrafía muy mala, un mal silabeo y una serie de pequeños inconvenientes. Sin embargo, una niña del mismo nivel puede hablar con más fluidez, tiene más vocabulario, pinta y no se sale de la línea”, comenta.Una mujer puede hacer muchas cosas a la vez, porque su cerebro tiene mayor bilateralización; es decir, las neuronas tienen más conexión unas con otras entre hemisferios, mientras que el del varón tiene las conexiones más lineales. Por eso, cuando él está viendo televisión, no contesta, porque está concentrado en lo que hace.
En ese sentido, la principal ventaja de la educación diferenciada es que exige según las posibilidades del alumno, respeta estos ritmos y no fuerza. Ya en la universidad, estas diferencias no son tan evidentes, porque los chicos vienen con un mayor nivel de maduración, anota Nalvarte.
La Mgtr. Flores Correa indica que con una educación diferenciada los estudiantes tienen un rol más activo en el aula. “Ello puede conducir a una mayor participación y a una positiva vivencia de las experiencias de aprendizaje que se logran cuando el ambiente de clase es favorable. Se evidencia mejor en el período de la pubertad y adolescencia, cuando ‘ellos’ están muy lejos del patrón de comportamiento de ‘ellas’. Es incluso mucho más difícil para el(la) profesor(a) realizar un eficiente control del aula que tiene alumnos de ese grupo etario. El peligro es que se puede llegar a estereotipar, con un esto es de ‘niñas’ y/o ‘chicas’ y no de ‘niños’ y/o ‘chicos’ o viceversa y limitar las oportunidades, basándose en estereotipos y no en situaciones reales”.
Sustento científico
La educación diferenciada tiene su sustento científico en lo que se conoce como dimorfismo cerebral, según el cual el cerebro femenino y el masculino no son iguales. Hace algún tiempo, en su visita a la UDEP, la científica española Natalia López Moratalla explicó que no existe un cerebro unisex porque “no somos genéticamente iguales ni nuestros cuerpos lo son”. Como esto es así, durante el desarrollo embrionario no se construye igual un cerebro que otro. Las grandes áreas son distintas. Nacemos ya con la estructura de un cerebro típicamente masculino o típicamente femenino, sostiene.En base a este y otros estudios científicos, la Mgtr. Nalvarte explica: “toda el área del hemisferio derecho, que maneja la destreza lingüística, la actividad verbal y el control de la motriz fina (caligrafía), el delineado y el coloreo, está mucho más desarrollado en las niñas. En cambio, todo lo que se relaciona más con el razonamiento abstracto, el control de la motricidad gruesa y la orientación espacial como patear una pelota, arrastrarse por el piso o leer un mapa, lo desarrollan los niños, dos o cuatro años antes que las niñas. Por eso, son más osados y aventureros, porque tienen un mejor dominio de su cuerpo”.
A nivel mundial
Esta propuesta de educación diferenciada ha sido impulsada, especialmente, por países del primer mundo. Por ejemplo, Estados Unidos implementó hace un tiempo este sistema, a raíz del alto índice de fracaso escolar en los colegios de educación pública, que eran hasta entonces mixtos.
“Cuando el presidente Obama le encarga a sus consejeros de educación que analicen el grado de desempeño y de opciones de ir a la universidad en los jóvenes que egresaban de los colegios. Se dieron cuenta de su tasa de ingreso ínfima y que un gran problema de los profesores era cómo controlar a los alumnos: la disciplina se les escapaba de las manos”, comenta la especialista.
Luego de separar a los estudiantes empezaron a notar en los varones una mejor disposición al preguntar si tenían dudas; también pedían que el profesor volviera a explicar temas que no quedaban claros. Por otro lado, las mujeres se sentían mucho más cómodas hablando o recibiendo alguna felicitación o indicación del profesor. Con esta separación, anota Nalvarte, se dan cuenta de que estudiantes y docentes cumplían mejor sus respectivos roles. Con el tiempo se comprobó que la tasa de ingresos a la universidad subió en 100%. “A estos estudiantes se les conoce como los Obama Kids. Es por ello, que en España, Francia y en muchos otros países, se está imponiendo este modelo como una alternativa razonable”, indica.
“El dimorfismo sexual del cerebro es un hecho. No existe un cerebro unisex, porque no somos genéticamente iguales ni nuestros cuerpos lo son”.
El contexto nacional
Para la docente Connie Nalvarte, el sistema peruano aún no está preparado para asumir estas diferencias. “Muchas personas piensan que diferenciar es simplemente separar a los niños en un salón y a las niñas en otro, pero usando igual metodología y enfoque para ambos. Eso no es educación diferenciada, eso solo es separar. Además, no hay suficiente información sobre este tema para los profesores y para las autoridades a nivel del Ministerio de Educación”.Por otro lado, señala que aunque se cree que esta educación es discriminatoria, no lo es. “Tenemos que partir de la idea de que diferenciar es hacerle justicia a los hombres y mujeres, porque desarrollarán al máximo sus potencialidades”.
Un dato importante, remarca la especialista, es que en muchos países los colegios con el índice escolar más alto son los diferenciados, por ejemplo, Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Australia, Francia, Finlandia, Suecia, Colombia, Argentina, Costa Rica, entre otros, han experimentado un incremento del nivel académico de sus estudiantes.
Este sistema educativo es para alumnos de todas las clases socioeconómicas. La docente manifestó que hay que romper el mito de que en un colegio diferenciado solo trabajan profesores hombres con alumnos del mismo género y viceversa. “Se puede educar de forma diferenciada en colegios mixtos, por ejemplo, separando a los alumnos para algunos cursos: Matemática, Lenguaje, Idiomas; de hecho, en las clases de Educación Física, en los colegios mixtos, se tiende a separar. La idea es saber por qué se está haciendo y para qué”, anota Nalvarte.
Como conclusión, la educación diferenciada no pretende que hombres y mujeres no puedan estar juntos. Se debe comprender que hay unas diferencias que son innegables y que deben ser atendidas. “No hay que exigirle a la niña que piense como niño o viceversa. La educación diferenciada es un tema de la escuela, no de la familia, porque un papá y una mamá saben que los niños y las niñas deben tratarse de una forma para lograr ciertos resultados. Eso lo hemos sabido desde siempre, por intuición; ahora, la tecnología y las investigaciones nos lo confirman. El colegio no puede, y no debe, reemplazar a la familia, pero la puede ayudar afianzando esa masculinidad, no machista, y una feminidad, valiente, segura de sí. Eso es lo más justo, moderno y progresista”, indica la Mgtr. Nalvarte.