El mundo observa atónito la migración masiva de poblaciones de Medio Oriente hacia Turquía y Europa. Para enfrentar tales contextos de crisis, la Unesco propuso el Gran Programa IV Cultura.
Por Victor Velezmoro. 12 febrero, 2016.Por Víctor Velezmoro Montes
Decano Facultad de Humanidades
Universidad de Piura
El mundo observa atónito el terrible espectáculo de la migración masiva de poblaciones de Medio Oriente hacia Turquía y Europa. Los medios narran, diariamente, historias familiares que evidencian cómo los grupos ideologizados maltratan a las personas y su cultura, forzándolas a abandonar sus lugares de origen. Desafortunadamente, pese a las políticas de apoyo desplegadas por algunos estados europeos, los refugiados deben enfrentar el confinamiento y control, así como el rechazo de la población local, que aumenta, impulsado por violentos grupos extremistas que los quieren fuera de sus casas y tierras.
Para enfrentar tales contextos de crisis, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) propuso el Gran Programa IV Cultura, el cual concentrará sus acciones en dos objetivos prioritarios: el resguardo del patrimonio cultural de una localidad y el fomento de una cultura de paz a través del diálogo intercultural.
En el primer objetivo, se propone proteger y promover –a través de una mayor sensibilización de la población– el patrimonio y las expresiones culturales, especialmente donde ocurren conflictos armados, según lo define la Convención de La Haya (1954). Por ello, la directora general de la Unesco, Irina Bokova, califica como ‘crimen de guerra’ la destrucción sistemática de los monumentos antiguos de la ciudad histórica de Palmira (Patrimonio de la Humanidad), provocada por el grupo terrorista autoproclamado Estado Islámico (ISIS en inglés o DAESH, en árabe): “llamo a la comunidad internacional a mantenerse unida contra esta limpieza cultural persistente”, señaló.
Como segundo objetivo, la Unesco promueve el desarrollo de las expresiones culturales, especialmente el arte, como camino para el diálogo y la cohesión social en contextos posteriores a conflictos y desastres. La fotografía del pequeño Aylan Kurdi tomada por la fotorreportera turca Nilüfer Denir; la obra Dispossession del artista sirio Manaf Halbouni, los barcos de papel de Bern O’Donoghue y los dibujos que recuerdan a Siria, recogidos por el colectivo de artistas en el campo de refugiados Za’atari (Jordania) evidencian cómo el arte se convierte en un medio para reflexionar sobre la capacidad destructora del hombre, cuando es esclavo de una ideología; y, en un testimonio de la lucha por la vida, frente al despojo material y cultural.
Como vemos, las acciones de la Unesco, en las zonas de conflicto, vienen acompañadas por intervenciones de artistas particulares. Ellos entienden que, en tiempos difíciles, el arte se vuelve una valiosa herramienta de comunicación visual y simbólica que ayuda a no perder la ruta en una encrucijada como esta y a lograr la integración de las personas.