La elección del amigo o amiga, como la del cónyuge, es libre. Elegimos cuando reconocemos la dignidad y valía del otro y le descubrimos valores.
Por Mariella Briceño. 14 febrero, 2018.Es bueno recordar que hace 1700 años San Valentín, santo sacerdote, arriesgaba su vida para casar cristianamente a los enamorados de aquella época. Eran tiempos de persecución del emperador romano Marco Aurelio. El 14 de febrero también es fiesta en la Iglesia Católica.
Uno podría preguntarse ¿cómo un chico y una chica cristianos apostaban por comprometerse en matrimonio aun estando en peligro de ser arrojados a los leones? Tenemos muchos casos reales de que así sucedió, lo que nos demuestra que las situaciones externas van por camino distinto al amor.
El amor conyugal, aquel amor entre un varón y una mujer en cuanto distintos y complementarios, se vive ajeno a las situaciones del mundo. Empieza cuando menos lo esperamos, cuando descubrimos en el otro, un bien que conmueve todo nuestro ser. No es solo el flechazo de Cupido, cuando se descubre se hace lo imposible por estar junto a él, para tratarlo, conocerlo y luego amarlo.
El enamoramiento es el arranque, es el primer paso de lo que será el amor pleno y total. Este inicio, así como el arranque de un motor de un carro, nos remece totalmente, luego, sigue su camino involucrando todas las demás partes de la máquina.
Una vez escuché una afirmación que me parece muy acertada: “el amor conyugal es 90% amistad” la que me gustaría analizar. Y es que una de las dinámicas del verdadero amor, según Pedro Juan Viladrich, es la de recrear el mundo, es decir, podemos estar viviendo situaciones poco agradables, pero el amor nos da una visión distinta. En la amistad, como en el amor conyugal, se comparten valores, se vive la lealtad, se da tiempo de manera desinteresada; nos lleva a pasarlo bien, a disfrutar momentos y superar situaciones, a veces adversas.
La diferencia entre la amistad y el amor conyugal está en que en la amistad no es necesaria la diferenciación sexual, característica que sí es indispensable en el amor conyugal. La elección del amigo o amiga, como la del cónyuge, es libre. Elegimos cuando reconocemos la dignidad y valía del otro y le descubrimos valores. Estos dos criterios permiten que brote la confianza mutua, indispensable para que se desarrolle de manera adecuada.
San Valentín fue mártir de su época. Se arriesgaba porque estaba convencido de que el matrimonio cristiano les proporcionaba las ayudas necesarias para soportar los peligros externos. Hoy, también son necesarias esas ayudas aunque los “leones” son de otro tipo (individualismo, egoísmos, relativismos).
El 18 de enero de 2018, el Papa Francisco en su último vuelo interno en Chile casó a una pareja chilena y lo hizo porque según afirmó “el sacramento del matrimonio es lo que hace más falta actualmente”.
Recordemos lo que San Valentín hizo. Podría ser un buen propósito en su fiesta hacer el esfuerzo de vivir la amistad y el amor conyugal de manera adecuada, no tener miedo a luchar contra esas otras maneras que desdibujan el verdadero amor y la verdadera amistad.