¿Qué nos deja nuestra participación en el mundial de fútbol? Entre muchas, una gran lección, que nos explica el doctor Juan Pablo Viola en este artículo.
Por Juan Pablo Viola. 27 junio, 2018.A la selección no le salieron las cosas según lo planeado. Pero este mundial es, ante todo, una gran oportunidad de aprender que la realidad es más grande y misteriosa. Hay que mirar a futuro y no vivir como el Quijote, para no enloquecer de frustración.
Ayer fue un día festivo; pero el jueves pasado, cuando Perú jugó contra Francia, fue diferente. La ilusión de una victoria en el segundo partido en el mundial —luego de su caída en la primera fecha— planeaba sobre el aire citadino. Se leía en las optimistas y oportunistas publicidades, y se adivinaba en los ojos vivaces de cada peruano.
La realidad nos golpeó a todos. Y es que, según un viejo refrán, “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. En efecto, y sin ponernos teológicos, podemos hacer planes sobre la realidad, pero esta tiene los suyos y, lamentablemente, no siempre coinciden con los nuestros.
Hablando filosóficamente, la existencia (el polo subjetivo) es algo muy complejo en su dinámica intrínseca y tiende a ser simplificada por la capacidad lógica del hombre, generando en nosotros la ilusión del control absoluto. Mientras, la realidad (el polo objetivo) es más enredada e impredecible y, aun así, nuevamente la matemática de los seres racionales tiende a reducirla a un objeto manipulable, haciéndonos creer que podemos sobre ella lo que sea.
Hay solo un modo de despertar de estas ilusiones y sensaciones de control absoluto sobre la propia existencia y sobre la realidad: la pedagogía de la derrota e, incluso, del fracaso; para aprender que no podemos todo y que, aun con una planificación perfecta, siempre se nos escapará algo.
Probablemente, cuanto más jóvenes seamos, el dolor será más intenso y mayor la sensación de frustración, ya que poca es nuestra experiencia de que las cosas no siempre salen como las pensamos.
Con el paso del tiempo, si uno quiere aprender y dispone su corazón a ello, es decir, si se deja educar por la realidad, los fracasos se convertirán en aprendizajes. El dolor por los reveses será mucho menor y, en ocasiones, una oportunidad para rectificar el rumbo o reactivar nuestra creatividad ante las derrotas.