Algunos candidatos han firmado una declaración para trabajar por la igualdad de derechos de sólo un colectivo nacional, olvidándose de otros grupos aún más discriminados.
Por Luz Pacheco. 02 julio, 2018.Algunos candidatos han firmado una declaración comprometiéndose a trabajar por la igualdad de derechos de sólo un colectivo nacional, como si fuera el único discriminado en el país. Se olvidaron de las madres trabajadoras que ven cortadas sus esperanzas profesionales por sistemas laborales que no facilitan la armonización del trabajo y la familia.
Olvidan a quienes pasan de ocho a doce horas diarias sin posibilidad de sentarse: un banco alto, con un mínimo respaldar les ayudaría a trabajar con más dedicación e interés, además de prevenir enfermedades que necesariamente adquirirán con el tiempo. Rotarlos será rentable sólo a corto plazo ya que no es posible identificarse con una institución que “usa” a su personal, pero no se compromete con él.
Olvidaron también a quienes pasan la noche sentados en una silla, sin servicios higiénicos, mientras que los propietarios de las casas duermen en cómodos colchones. De los informales y subempleados que trabajan en condiciones miserables mientras sus empleadores aprovechan su situación de necesidad. El Estado avala indirectamente esta impunidad cuando fiscaliza repetidamente a las empresas formales, que cumplen con sus obligaciones laborales y tributarias, pero que son tratadas como delincuentes “mientras no demuestren lo contrario”.
¿Y los más de dos millones de trabajadores al servicio del Estado, contratados en su gran mayoría con el sistema CAS o mediante contratos de locación de servicios, que convierten en letra muerta aquello de “a igual trabajo, igual remuneración”? ¿Con qué autoridad exige el Estado que se cumplan con derechos, sean individuales o colectivos, que él desconoce reiteradamente?
El Gobierno central, el regional y el municipal tienen el deber de trabajar por aquellos que no pueden alzar su voz, pero sufren una continua injusticia que alimenta la violencia y el renacer de falsos ideales de justicia social. Debemos exigir que las políticas públicas se orienten a los más discriminados, aunque no ocupen titulares de los periódicos. La lista es larga, pero entre todos podemos disminuirla hasta hacerla desaparecer.