Antes los hijos se criaban solos; hoy en día son el centro de la vida familiar.
Por Jaime Ancajima. 31 agosto, 2018.En la actualidad, aún antes del nacimiento, los padres se ven invadidos de información con sistemas de educación prenatal que les brindan ventajas intelectuales, sociales y creativas. Luego del nacimiento, aparece el ballet, la natación y la desesperación por encontrar el colegio jardín ideal.
La periodista española Eva Millet en su libro “Hiperparentalidad” nos habla de los padres “helicópteros” quienes están dispuestos a darle de todo, anticipándose a sus deseos, resolviéndoles todos sus problemas y así conseguir hijos perfectos que la sociedad les “demanda”.
La hiperpaternidad busca la estimulación precoz, las agendas sin espacios en blanco, la tolerancia cero a la frustración y los enfrentamientos con maestros que osen cuestionar las maravillas del niño. Sin embargo, en su aplicación olvida aspectos tan vitales en el desarrollo de los hijos como son la adquisición de autonomía, la capacidad de esfuerzo, el tiempo para jugar y provoca familias estresadas y niños tan sobreprotegidos que, irónicamente, tienen más miedos que nunca.
Millet sostiene que actualmente en muchas familias los hijos están colocados en una especie de altar doméstico; se les rinde pleitesía, como si fueran seres omnipotentes, y se les hace sentir especiales por el mero hecho de existir. Parece que para ser buenos padres debemos hiperprotegerlos, evitarles la más mínima frustración, darles todo y defenderlos como fieras ante cualquier atisbo de crítica, sea de quien sea.
También menciona que, debido a esta forma de proceder de los padres, tenemos, entre otros modelos, los padres helicóptero, que sobrevuelan sin tregua las vidas de sus retoños, pendientes de todos sus deseos; los padres apisonadora, quienes allanan sus caminos para que no se topen con dificultades, y los padres guardaespaldas, progenitores extremadamente susceptibles ante cualquier crítica sobre sus hijos o, incluso, a que se les toque.
Todos los padres amamos y deseamos proteger a nuestros hijos y de alguna manera somos, en diferentes grados, un poco hiperpadres. Todos los expertos entrevistados por Millet consideran que el modelo de crianza hiper debería ser reconducido. Ello para buscar ser unos buenos padres sin estar todo el día detrás de los hijos ni sacrificar aspectos tan valiosos en su desarrollo como son su adquisición de autonomía, su responsabilidad y su tolerancia a la frustración. Nuestra labor de padres es dura y sacrificada. Entendamos que los fracasos y frustraciones de nuestros hijos son necesarias porque les tiemplan el alma.