Alumnas de Psicología enseñaron a niños cómo reconocer y entender sus emociones. Esta es una medida preventiva en salud mental contra la violencia familiar y otros factores de riesgo en comunidades de escasos recursos.
Por Dirección de Comunicación. 10 octubre, 2018.Emanuel tiene cinco años y acaba de decirle, por primera vez, a su mamá que se siente triste porque extraña a su papá y desea hablar con él. Emanuel insiste en que lo llame, porque no hablar con él le causa frustración. Su mamá no sabe qué responderle, y, menos aún, cómo actuar ante el pedido de aquel niño que ha permanecido callado durante tanto tiempo y, que de pronto, ha decidido hablar.
Emanuel es uno de los niños que participó de “Datim: descubriendo mi mundo emocional”, proyecto de las alumnas Alexandra Bravo y Mariana Bambarén, premiado por el Programa Académico de Psicología e implementado en “Sonqo: centro de atención psicológica” de la UDEP. El nombre (Datim) es el resultado de la suma de las primeras letras: disgusto, alegría, tristeza, ira y temor, puesto que implica el trabajo de reconocimiento y expresión de estas emociones en menores de edad.
“Cuando inició el taller, Emanuel era muy tímido. Él sentía felicidad de vivir con su mamá y su abuelo, pero, al mismo tiempo, se sentía mal porque no se comunicaba con su papá. Así, la alegría por un lado y la tristeza por otro, generaba en Emanuel nostalgia, que, al no entenderla, no podía comunicar lo que sentía”, explica Alexandra. “Nos llamó mucho la atención cuando la mamá nos preguntó por qué su hijo de pronto había dicho todas esas cosas en casa. Que era mejor que Emanuel no supiera lo que sentía porque ella no sabía cómo explicárselo y tampoco tenía tiempo con tantos problemas por solucionar”, agrega.
En muchos de los casos atendidos, los niños como Emanuel provenían de un entorno familiar donde los padres estaban ausentes durante todo el día, además de otros factores como problemas económicos y violencia familiar.
El proyecto Datim se enfocó en la atención a niños de poblaciones en situación de vulnerabilidad de Chorrillos y alrededores. Por ejemplo, entre abril y julio del 2018, el 89% de casos atendidos por Sonqo correspondió a menores de edad, quienes se encontraban a en situaciones relacionadas a violencia familiar, así como a problemas de conducta y aprendizaje.
En un entorno así, encontramos que a los niños les cuesta comprender muchas de sus emociones y sentimientos. “En el caso de la mamá de Emanuel, pudimos explicarle qué estrategias de comunicación puede utilizar para conversar con su hijo y explorar sus sentimientos para guiarlo en su crecimiento”, agrega Alexandra.
Tras la ejecución de Datim, las alumnas, junto a los profesores y especialistas que las asesoraron, identificaron que un error muy común de los padres es no hablar con sus hijos sobre ciertos temas porque consideran que aún no están en una edad para entenderlos. Sin embargo, los niños necesitan de esa conversación para poder entender qué están sintiendo, comentan las alumnas del proyecto. Por ejemplo, un niño puede frustrarse con sus juguetes al intentar armar una torre, por lo que empieza a llorar o a molestarse, pero no sabrá que lo que está sintiendo es frustración hasta que su papá le explique y enseñe de qué modos se puede manejar la frustración, comentan.
Para Carey Campbell, directora de Sonqo y profesora de Psicología UDEP, el problema es sistemático, y uno de sus factores es la sociedad. “Por un lado se requiere que los padres estén en casa y acompañen en el crecimiento a sus hijos, pero al mismo tiempo se necesita tener, en algunos casos, hasta dos trabajos para poder subsistir. Si a ello se le suma la falta de educación, o que muchos padres tampoco han tenido un desarrollo afectivo adecuado, puede generarse un círculo vicioso que cada vez más aqueja la salud mental de los peruanos”.
¿Podemos pensar que los niños que crecen entornos difíciles tendrán una vida adulta también de sufrimiento o frustración? Para Campbell, no existe una relación determinista puesto que el ser humano tiene libertad para decidir afrontar sus problemas. Para la especialista, dependerá si los padres deciden, o no, ponerle fin a situaciones dolorosas o que no saben cómo manejar. “Tenemos muchos casos en los que los padres han sufrido tanto en su niñez que les cuesta ser afectuoso con sus hijos. Lo importante es que decidan hacer algo al respecto”.
Por su parte, Alexandra remarca que es necesario que un niño crezca en un entorno donde se sienta seguro. “Hay miedos innecesarios y necesarios, estos últimos nos ayudan a protegernos. Eso es lo que le intentamos enseñar a los niños porque esto les ayuda bastante a comunicarse, a relacionarse. En especial, porque ellos están en una comunidad con altos factores de riesgo; entonces, si ellos entienden sus emociones van a poder tener mucha más seguridad al momento de enfrentarse a estos riesgos”, explica.
Tras realizar una actividad conocida como el “Fantasma come miedos”, Alejandro acaba de expresar su temor a las arañas, a lo a que Mariana, una de las niñas del taller, le ha respondido que él es hombre y que por ello no debería temerles a las arañas. “Un problema muy común es que las personas empiecen a guardarse lo que sienten por estigmas o falsas creencias desde que son niños. Porque piensan que no está bien lo que sienten o, en algunos casos, porque piensan que no deben sentirlo”, explica Alexandra.
El peligro de guardarnos todo inicia con no poder reconocer aquello que sentimos. En el día de la Salud Mental, la especialista de Sonqo invita a cuestionarse sobre uno mismo, en el contexto personal y de los hogares, para ver si se es tolerante a la frustración, incertidumbre o incomodidad que puede experimentarse en las relaciones interpersonales o con el entorno. “La salud mental no implica un estado de perfección, sino un continuo cuestionamiento personal para identificar nuestras emociones, y comprendiéndonos a nosotros. Así, podremos tomar las mejores decisiones en nuestro actuar personal y profesional”, acota la especialista de Sonqo.