En una sociedad no existen dos personas idénticas, con las mismas capacidades, intereses, actitudes o retos, de allí la importancia de la “Educación para todos” y el desafío de los maestros para apoyar al alumno.
Por Koko Zavala. 04 octubre, 2018.La inclusión educativa es un tema que requiere del compromiso de los docentes, padres de familia y la comunidad. La magíster Ana Vanessa Barquero Bolaños, especialista en el ámbito educativo y en atención a menores, disertará sobre este tema el 9 y 10 de octubre, en la Universidad de Piura. Al respecto, la magíster Carmen Landívar comparte sus reflexiones, desde el punto de vista de la educación.
Para la docente de la Facultad de Ciencias de la Educación, lo esencial es tomar conciencia de que aunque todos los alumnos forman parte de una misma cultura, reaccionan de distintas maneras ante las situaciones de enseñanza aprendizaje. Para aprender, necesitan de diversidad de ayuda y estímulos con el fin de desarrollarse como personas.
Según indica, el desarrollo de la educación inclusiva implica innovación y compromiso permanentes; debe ser visualizada como una búsqueda interminable de mejores formas de responder a la diversidad.
“En este proceso de transformación de las escuelas hacia la inclusión educativa, todos los maestros debemos sentirnos comprometidos con el cambio, sensibilizarnos, mostrar apertura ante cualquier alumno que tengamos en clase con alguna necesidad educativa, interesarnos en sus problemas, en su forma de aprender, en su dificultad para desarrollar sus capacidades. Lo más importante: conocerlo, observar cómo aprende y adecuarnos a sus necesidades y posibilidades para enseñarle de forma apropiada, sin descuidar la comunicación que debemos tener siempre con la familia”, refiere.
Agrega que ello implica que el docente ejerza su rol para todos en la clase -incluido el alumno con alguna necesidad educativa especial: pensar en todos al elaborar las programaciones diarias y planificaciones de aula, y contar con los apoyos humanos y materiales necesarios para que el alumno pueda aprender y participar en el marco ordinario.
“Se necesita de un docente que resalte las posibilidades de un alumno en vez de sus limitaciones, un profesor que a la familia le trasmita un mensaje positivo centrado en las posibilidades y condiciones necesarias para que pueda ser competente en su entorno social. Lo más importante de resaltar es cuestión de caridad, aceptarlos como son, y que, en nuestra práctica diaria no nos olvidemos que trabajamos con personas que son únicas. No es fácil, pero respetemos sus avances, sus necesidades, no mostremos angustia ante sus dificultades, hagámoslos sentir bien siempre”, enfatiza.
Los centros educativos
En este tema, considera Landívar, es importante evaluar también a los centros educativos, para saber si trabajan activamente en promover la igualdad de oportunidades. “Una escuela inclusiva se preocupa por todos y cada uno de sus estudiantes, por generar situaciones de aprendizaje e intervención, por asentar las bases que garanticen igualdad de oportunidades en el acceso y la calidad del aprendizaje”, remarca.
Indica que según se ha podido apreciar, algunas escuelas no cuentan con recursos disponibles para abordar las necesidades educativas de cada estudiante, tampoco se observa compromiso que garantice establecer interacciones con su entorno social, ni se evidencia el trabajo de adaptaciones curriculares ni de infraestructura.
No hay que olvidar, en este tema, a la familia. “No solo en la escuela se aprende, se debe promover la inclusión en todos los ámbitos. Es todo un proceso, y muy complejo, en el cual los niños y niñas necesitan aprender habilidades de la vida diaria, y requieren apoyo para aprovechar los beneficios que ofrece la participación social y la cultura de su entorno. Durante los primeros años se transmite la cultura a través de los agentes más próximos, la familia y la escuela son corresponsables del desarrollo y aprendizaje de estas personas, y quienes deben ofrecerles las mejores oportunidades para aprender”, refiere.