Las palabras y pensamientos tienen el poder de crear y destruir. Nuestra vida toma la acción que tienen las cosas que pensamos y las palabras que decimos.
Por Jaime Ancajima. 01 octubre, 2018.Las palabras fuera de lugar o negativas pueden generar malos entendidos o destruir una amistad o relación. Incluso, la ausencia de las palabras puede ocasionar algún tipo de problema, pues la comunicación es importante en todas nuestras relaciones diarias.
Asimismo, la capacidad positiva de crear o negativa de destruir de nuestros pensamientos y palabras también se aplica con nosotros mismos. El dedicarnos afirmaciones negativas y reprimir lo que deseamos decir son algunas de las múltiples maneras en las que nos hacemos daño, nos sentimos frustrados y hasta alimentamos una baja autoestima.
Debemos dedicarnos pensamientos y palabras bonitas a nosotros mismos, porque tal y como nos vemos, así nos verán los demás. Hemos aprendido a dedicarles estas palabras a los demás, pero no a nosotros mismos. Debemos darnos el valor que merecemos, no ponernos en un segundo lugar, evitar los “no sé” o “no puedo”, porque se harán eco en nuestra vida y llegarán a ser una realidad.
Nuestra tarea diaria debe ser reeducar, alimentar y restaurar nuestra forma de pensar y vocabulario diario. A medida que crecemos y maduramos vamos perdiendo nuestra inocencia. Esto puede hacer que nuestra capacidad para crecer y ser mejores disminuya. Así, empezamos a dudar de nosotros mismos, a ver lo negativo y lo feo, en vez de considerar lo positivo, lo lindo, y confiar antes de conocer.
Con nuestras palabras y pensamientos negativos diarios ya estamos condicionándonos para que precisamente suceda eso que pensamos o decimos. A las palabras no se las lleva el viento, quedan enganchadas en nuestra mente y en nuestro corazón y así van dirigiendo nuestra vida, por el camino que le vamos indicando.
Para lograr un cambio, creamos en ese cambio, sobre todo en la fuerza, motivación, y poder de nuestro pensamiento, decisión y palabras. De ellos depende nuestro futuro. Cuidemos nuestros pensamientos, las palabras que decimos y nuestra forma de hablar. Nosotros tenemos el mando y control de nuestra vida por lo que podemos decidir cómo vivirla a cada momento, si en términos de felicidad y bienestar o de infelicidad.