La figura del Presidente no puede estar ligada a un conflicto de intereses con el Estado, pues cualquier irregularidad de este tipo afecta su credibilidad y, en consecuencia, su legitimidad para continuar ejerciendo el cargo
Por Carlos Hakansson. 18 febrero, 2019.El Presidente de la República es jefe de estado y personifica la nación, dos rasgos esenciales que nos ayudan a comprender su peso y figura en una forma constitucional de gobierno; en ese sentido, más importante que su titular tenga un doctorado en ciencias, que sea un gran gestor de proyectos, un premio nobel o exitoso emprendedor de negocios, los ciudadanos primero deben reconocer en el candidato su integridad personal, trayectoria de vida y recto ejercicio de los valores democráticos.
La figura del Presidente, como la de cualquier funcionario, no puede estar ligada a un conflicto de intereses con el Estado, sino a una hoja de vida personal, social y laboral transparente, pues, cualquier irregularidad de este tipo termina por afectar su credibilidad y, en consecuencia, su legitimidad para continuar ejerciendo el cargo, además de una prolongada inestabilidad y crispación política que afectará el clima de la marcha económica.
El negacionismo, la mentira ante las evidencias, así como evadir las responsabilidades huyendo del país, no solamente agrava la percepción que los ciudadanos tienen sobre su clase política, sino el progresivo deterioro de la confianza en el sistema democrático y sus instituciones. Por eso, resulta especialmente preocupante y de suma gravedad que cualquier falta de probidad pueda comenzar a manifestarse desde la presidencia, pues, como una metástasis, terminará comprometiendo a todo el aparato estatal.