En casi todos los colegios e instituciones educativas las clases han comenzado. El escolar, suele ser el entorno con mayores casos de acoso y bullying, por lo que padres y maestros debemos estar siempre atentos.
Por Elena Belletich Ruiz. 16 abril, 2019.No todo acto en el que los demás ‘molestan’ o ‘fastidian’ a una persona es acoso o bullying, términos a los que las profesoras Ana Vanessa Barquero Bolaños, de la UNED de Costa Rica; y Luzmila Flores Correa, de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Piura, abordan como sinónimos.
Ambas especialistas explican qué signos deben tener en cuenta los padres, para saber que algo anda mal con sus hijos; hablan de la necesidad de una comunicación adecuada de padres e hijos y viceversa, y de los docentes con sus pupilos. También comentan sobre el daño que produce el bullying no solo en quienes lo padecen sino también en quienes lo producen.
Identificar el problema
Para Ana Barquero, lo primero que se debe hacer es identificar claramente si la acción agresiva es un real acoso o no. “En el caso de acoso real o bullying, la molestia hacia la víctima es persistente y hace que la persona NO logre una dinámica ordinaria, sino que se inhibe de las relaciones sociales y de compartir con otros, en actividades que estaba –ordinariamente– habituado a realizar”.
Por ello, hay que estar atentos si el niño, joven o adolescente muestran cambios de humor, se aíslan, empiezan a tener pensamientos de minusvalía o menosprecio de sí mismos: “yo no soy bueno para esto”, “no me incluyen”, “yo soy malo en este otro”, “a mí todo me sale mal”, etc. Cuando esto se intensifica, señalan las educadoras, pueden surgir las crisis de angustia, terrores nocturnos, pesadillas o disminución en el peso.
Inclusive, anota Barquero, los niños pequeños que ya tienen dominio de esfínter (ya no se orinan, por ejemplo) hacen regresión y no pueden controlarlo. Las alertas son muchas y muy variadas dependen de cuál es el abanico de respuestas de cada uno, cómo le han enseñado a evitar o afrontar una situación.
Por ello, “aunque efectivamente el espacio donde se pueden producir más eventos de bullying es en la escuela, este no es un tema donde intervengan solo las instituciones educativas. También deben intervenir los padres y la sociedad en general. Aprender a luchar contra el bullying es un acto de justicia, en el que todos debemos participar para evitar cualquier agresión de un menor. Proteger a los niños y adolescentes es tarea y responsabilidad de todos los adultos”, subraya Luzmila Flores.
¿Qué deben hacer los padres?
Lo que siempre se recomienda es dialogar con los hijos, estar muy atentos y preguntarles cómo están o cómo les ha ido. Si notan algún cambio, conviene preguntarles, con tino, qué ha pasado. También debemos conocer a sus compañeros y maestros, de modo que estemos alertas y siempre informados.
Al respecto, podemos preguntarle o a su mejor amigo o compañero: ¿qué comparten?, ¿en qué actividades se incluye?, ¿qué aprendió?, ¿a quiénes le gustaría invitar a casa o no?, ¿por qué? De esta forma, dice Barquero, se podrá tener información del entorno educativo de los hijos, sean niños o jóvenes.
Una acción inmediata, que se debe realizar si se sospecha o tiene la certeza de que nuestros hijos o estudiantes sean víctimas de acoso es brindarles el foco de seguridad del entorno, que es lo primero que pierden. En segundo lugar, comunicar a las autoridades competentes a nivel institucional o las que hagan falta. Esto es fundamental para que los hijos comprendan que es un acto que raya con la ilegalidad, que la violencia se tolera CERO veces y que hay mecanismos para comunicar y mejorar.
Además, los padres deben solicitar que se aplique el protocolo institucional del bullying. Al respecto, hay mucho todavía por hacer, pero es necesario que cada escuela enfrente el tema. Primero, pensando qué es el bullying (los maestros y las autoridades escolares deben tener información al respecto) y, después, trabajando su propia propuesta para enfrentar este problema. Para ello, el protocolo nos dirá qué pasos seguir cuando ocurran este tipo de actos en la escuela.
La comunicación con los hijos
Adicionalmente, explica la profesora Luzmila Flores, la solución del problema exige también que en el hogar se abran siempre espacios de más comunicación. ¿Cómo? Pasando mayor tiempo con los hijos. Hablar con ellos de este tipo de problemas u otros, indicándoles ¿qué hacer?, ¿a quién acudir?, ¿con quién hablar? “Si ellos están siendo víctimas de bullying se inhiben de hablar con otros, de comunicar lo que les está ocurriendo por temor, por inseguridad o por amenaza”.
Asimismo, hay que procurar abrirles otros espacios sociales, en donde, puedan desarrollar un ambiente seguro, cultivar amistades y buenos compañeros. “Deben saber que las personas son buenas, que ellos no son el problema, sino que quien los acosa No hay que olvidar que el bullying afecta tanto al agredido como al agresor. A largo plazo, los efectos en el agredido son: inhibición, inseguridad, sentimientos de minusvalía, quedan afectadas la autoimagen y el autoconcepto.
El acosador y los indolentes
“Aunque estos efectos que padece la víctima del bullying son negativos; en los agresores y acosadores su comportamiento puede ser la antesala de conductas delictivas”.
Según la profesora Luzmila Flores, de la UDEP: “Aunque resulte paradójico, con su execrable actitud los acosadores consiguen frecuentemente la aprobación y hasta la admiración de algunos de sus compañeros, lo cual les hacen reforzar sus actitudes intimidatorias al lograr, al menos momentáneamente, un cierto éxito”.
Este patrón de comportamiento, anota, tiene las siguientes consecuencias: “falta de control, actitud violenta irritable, impulsiva e intolerante, muestras de autoridad exagerada, imposición de sus puntos de vista y consecución de sus objetivos mediante la fuerza y la amenaza. Asimismo, sus relaciones sociales y familiares son problemáticas; y hay pérdida de interés por los estudios y fracaso escolar”.
Por otra parte, quizás de lo que nunca se habla son las consecuencias para la masa silenciosa, aquellos “que no se meten”; es decir, los chicos y chicas que mantienen una actitud condescendiente con el acoso, y pasiva ante el sufrimiento ajeno. “Los efectos no son tan evidentes. Sin embargo, los sujetos pasivos pueden tener la sensación o convencimiento de que no se puede o que es mejor no hacer nada frente a la injusticia. ¿Resultado? el afianzamiento de una personalidad temerosa, en la que los valores como el esfuerzo, la tolerancia o el afán de superación brillan por su ausencia. Y, en esto estamos todos implicados porque es evidente que tenemos como mal social una falta de solidaridad con el dolor de otros y una indolencia ante la falta de justicia”.
Comprometernos con la batalla contra el bullying es más que proteger a nuestros niños o adolescentes; es dar un paso como integrantes de la sociedad, para la construcción de un mundo realmente mejor.
Debemos saber
- En los últimos cinco años, se reportaron 19 157 casos de agresiones escolares; la mayoría, se registraron en Lima, Piura y Junín.
- Más de diez mil casos reportados se refieren a violencia física.
- Unos 2500 casos son de violencia sexual.
- En el 44% de los casos, los agresores fueron docentes o personal del centro educativo. (Fuente: SíSeVe/Minedu).