La imagen digital ha adquirido especial relevancia para la construcción del yo. Por esto, en el actual ecosistema de medios, la presencia en las redes sociales no es para un nativo digital una tarea menor.
Por Tomás Atarama. 20 enero, 2020.La construcción del yo es un proceso natural. La Psicología y la Filosofía han dedicado muchas páginas a explicar cómo se da este proceso y qué es lo fundamental del mismo, para garantizar que propicie un crecimiento acorde a lo propiamente humano. Sin ánimo de entrar en detalles, la construcción del yo parte del autoconocimiento, una actividad intelectual que responde a la pregunta de quién soy yo. Una de las aristas para responder a esta pregunta es la creación de una imagen que se confirma en la percepción que los otros tienen de uno. Así, la construcción del yo pasa, necesariamente, por el reconocimiento de un tú que confirma aquello que yo deseo proyectar.
Durante siglos, este proceso se dio a través de las relaciones interpersonales presenciales, generando un estilo de vida que era aprobado y validado por el grupo de referencia de cada persona. Hoy, en menos de una década, gran parte de este proceso ha pasado a gestionarse de manera digital. En pocas palabras, la imagen digital ha adquirido especial relevancia para la construcción del yo. Por esto, en el actual ecosistema de medios, la presencia en las redes sociales no es para un nativo digital una tarea menor o una cuestión de vanidad, es un tema de autoconocimiento y autoafirmación.
Siguiendo al profesor McLuhan, podemos afirmar que los nuevos medios suscitan en nosotros percepciones sensoriales nuevas, que modifican nuestra manera de pensar y de actuar, nuestra manera de percibir el mundo; así, cuando las percepciones cambian, las personas cambian.
En este escenario digital, la publicación de selfies y fotografías se ha convertido en uno de los mecanismos de proyección del yo más generalizados, y las reacciones de “los amigos o seguidores” en las redes sociales se han consolidado como el sistema de medición estadístico del valor de la imagen de las personas. Esta realidad es evidente y supone afrontar muchos retos para propiciar que la construcción del yo siga siendo ordenada.
La lectura fatalista de esta realidad no aportaría mucho para enfrentarla. No hay que alejarse de la tecnología, ni prohibirla. Para aportar a la construcción de un yo con orden y prudencia, en un entorno digital, podría considerarse lo siguiente: primero, hay que propiciar mayores entornos de discusión acerca de la exploración del yo. Ya sea en la casa o con los amigos, es importante hablar de uno mismo, de las emociones, los proyectos, las expectativas, los temores. Y, en segundo lugar, habría que ampliar el espectro de redes sociales; mirar más allá de Instagram o Facebook y apuntarse a redes sociales por intereses temáticos, como redes especializadas en la lectura, en el cine, en la cocina o en los deportes, espacios virtuales donde uno puede cultivarse y reconocerse.