Esta característica de la democratización de la producción y difusión de contenido audiovisual ha sido un cambio clave para el desarrollo de la narrativa transmedia; estamos en un contexto de cultura participativa digital.
Por Tomás Atarama. 16 enero, 2020.Recuerdo con gran cariño aquellos cumpleaños en la familia en los cuales, el momento de la fotografía suponía cierta tensión: había un pequeño rollo de 24 fotografías para retratar toda la experiencia y, algunas veces, si este rollo fotográfico estaba ya iniciado, pues se tenía muchas menos tomas disponibles. Entonces, se reunía a la familia y tras un trabajo de composición (y con un orden militar para que nadie faltara en el recuerdo) se tomaban las pocas fotos que se podía. El resultado: gratas postales que se guardaban en álbumes físicos que se lucían luego en alguna parte especial de la casa.
Los jóvenes de ahora no conocerán la adrenalina de saber que únicamente quedaba una toma en el rollo. Ahora, cada evento social deja en los celulares cientos de fotos, tantas, que lo normal es que se invierta el mismo tiempo borrando las que no quedaron bien o retocando las que vale la pena conservar, para ser compartidas en redes sociales. Y esta característica de la democratización de la producción y difusión de contenido audiovisual ha sido un cambio clave para el desarrollo de la narrativa transmedia; estamos en un contexto de cultura participativa digital donde todos pueden crear contenido y gestionarlo en sus redes de modo instantáneo.
La lógica de la cultura participativa está en nuestro día a día, aunque a diferentes escalas. Hoy ya no se piensa en la visita de ese amigo a quien se le invita a tomar asiento para mostrarle las fotografías que atesora el álbum familiar; hoy, se piensa en cuáles fotografías se van a compartir para crear una identidad en el entorno digital (la que inevitablemente es necesario gestionar). Y, si alguien es esquivo a las fotos o a mostrar su vida en redes sociales, pues seguramente ha pensado en publicar una opinión o tiene guardado un meme en su celular para compartir con su grupo de Whatsapp en el momento indicado.
Estas prácticas forman parte de la cultura participativa que se ha desarrollado en esta era de convergencia, donde la palabra publicar ya no está reservada para una empresa editorial o un medio de comunicación. Sin la participación del público no habría forma de hablar de comunicación transmedia; y, los fans, comprometidos con la generación de contenido relativo al tema de su interés, son quienes hacen que un proyecto se convierta en algo verdaderamente transmedia.
Para tener relevancia en esta cultura participativa hay que generar una identidad en torno al diálogo que se genera en la red a causa de los grandes fenómenos culturales y sociales, este nuevo paradigma de creación de una identidad digital ha supuesto también diversos cambios. En nuestra siguiente entrega hablaremos del famoso selfie y la proyección del yo en los ámbitos de creación transmedia.