Un congresista tiene funciones de representación, legislación y fiscalización, pero lo más importante en todas ellas es el bien integral de las personas.
Por Genara Castillo. 14 enero, 2020.Ahora que se acercan las elecciones, varias personas me han preguntado qué significa dirigir, pues se sabe que el Poder Legislativo, es uno de los 3 poderes, que junto con el Ejecutivo y el Judicial, tienen la delicada y compleja tarea de dirigir el país.
Sobre la dirección se ha escrito mucho, pero de manera resumida y sencilla podemos resaltar aquellas que son como sus leyes que se cumplen siempre. En este caso, no son leyes físicas, pero sí se cumplen indefectiblemente porque, aunque no se asientan en la naturaleza del cosmos sí están en la naturaleza humana.
Así, tenemos que de manera semejante a la importancia que le damos a las leyes físicas y por nada del mundo nos tiraríamos de un tercer piso porque sabemos lo que nos va a suceder, igualmente, en dirección hay que saber qué leyes hay que tener en cuenta para que no suceda una catástrofe.
La primera ley dice que no hay que confundir dirigir con gestionar o administrar, o que no se puede sustituir la dirección con la administración porque de hacerlo se originarían desastres más graves que la de morir estrellado contra el pavimento, porque si se contraviene esta ley de la dirección no sólo se daña el directivo sino a aquellas personas que se pretende dirigir.
Dirigir no es administrar, porque lo que se administra o se gestionan son las cosas; en cambio, la tarea directiva se ejerce con personas, que no son cosas. Cuando, equivocadamente se trata de gestionar a personas como si fueran cosas, hay que prepararse para los llamados “efectos perversos” que se dan siempre, aunque el directivo no sea capaz de verlo porque le falta inteligencia o, peor aún porque no quiere verlo y como dice el refrán “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.
Lo que sucede es que gracias al llamado “Principio de la realidad”, cuando se obra sin tener en cuenta la realidad ésta sale “contestalona” y se producen efectos inevitables. Los directivos, en este caso los congresistas también lo son, por cuanto contribuyen a dirigir el país desde el rol que les corresponde, deben tener muy claro que las personas no son cosas que se puedan “gestionar” para conseguir intereses particulares, sino que se debe tener presente que hay que buscar el bien integral de todos los ciudadanos.
En este sentido hay que preguntarse si con tal ley o proyecto legislativo las personas se mejorarían integralmente, en su bienestar material y en el racional o espiritual, buscando así el Bien Común de todos. Un congresista tiene funciones de representación, legislación y fiscalización, pero lo más importante en todas ellas es el bien integral de las personas, que no son cosas, que se mueven como piezas de ajedrez, para fines propios, sino que hay que servirlas buscando la vida buena.