Esta experiencia, como todo lo que nos impacta, marcará nuestras vidas. Esperemos que sea para bien, para no olvidar que somos capaces de ser fuertes, de ser prudentes y de pensar en los demás.
Por Elena Belletich Ruiz. 23 marzo, 2020.La doctora Genara Castillo, profesora del PAD-Escuela de Dirección y de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Piura, confía en que la situación que estamos viviendo sirva para concretar medidas de prevención y planificación, ya que la amenaza de las pandemias es el nuevo enemigo ante el cual hay que prepararse en todos los planos (personal y social), asegura.
¿Qué valores personales y sociales se ponen a prueba o afloran en tiempos de crisis?
Esta es una oportunidad de oro para crecer en valores. En el plano personal nos da la posibilidad de tomar el pulso de nuestra vida y, con ello, afloran los valores en primer lugar de realismo y humildad, ya que el activismo, el ajetreo y la velocidad con que vivimos nos ciegan, impidiendo que nos veamos realmente como somos.
Ahora, tenemos la posibilidad de detenernos, de tender un “cable a tierra” y, en esa línea, aparece un segundo valor: la sobriedad, ya que nos hacemos conscientes de lo necesario y de lo superfluo, de que el consumismo galopante, las compras innecesarias, etc., son un lujo cuando hay tanta gente que no tiene lo mínimo indispensable.
¿Y, en el plano social?
En ese sentido, se evidencian los valores sociales, como la solidaridad, empezando porque sabemos que nos cuidamos también para no contagiar a los demás; que no acaparamos para que no suban los precios y para que los demás también puedan comprar lo necesario, intercambiamos información, etc.
Antropológicamente, ¿a qué tienden las personas cuando ellas y sus familias están en peligro?
Ante una amenaza, lo primero que surge es el miedo que siempre está ligado a la inseguridad e incertidumbre. Nos vemos vulnerables y nos preguntamos qué puede venir y si podremos protegernos a nosotros mismos, y a nuestros hijos, familiares, etc. Entonces, el miedo puede dar lugar a la frustración e incluso a la violencia, nos “peleamos” con la realidad; por eso, lo primero es reconciliarnos con ella, “aceptar” la situación; lo segundo importante es darle un sentido, por ejemplo el aprendizaje que vamos a obtener, el bien que vamos a hacer a los demás; y en tercer lugar, practicar la fortaleza, la reciedumbre o la resiliencia, el sobreponerse, para lo cual ayuda mucho darle un sentido al dolor, a la privación, al sufrimiento.
Es importante informarse adecuadamente y controlar la imaginación para que no se desborde. Aplicarnos a tareas concretas, un día a la vez, poniendo las medidas de prevención o paliativas necesarias. Cuenta mucho la actitud con la que acometamos las dificultades. En este sentido, es clave que los padres enseñen a los hijos a gestionar las dificultades con sentido positivo, ya que eso les ayudará mucho en su vida futura.
¿Cómo lograr que estos valores que surgen de las tragedias sean más permanentes?
Esta experiencia, como todo lo que nos impacta, marcará nuestras vidas, esperemos que sea para bien, para no olvidar que somos capaces de ser fuertes, de ser prudentes y de pensar en los demás y animarnos a seguir haciéndolo, para lo cual es importante “interiorizar” esos valores. En ese sentido, los periodistas pueden ayudar mucho.
Por ejemplo, en Perú, si esos hábitos de higiene que estamos adquiriendo subsisten sería muy conveniente, igualmente, si se limpian y se fumigan las calles. Pero, lo más importante sería no olvidar los valores de la humildad, la sobriedad, la fortaleza, la prudencia, la solidaridad y, en especial, el valor de la fe cristiana, ya que cuando fallan las cosas de la tierra entonces miramos al Cielo. En estos días, mucha gente se ha acercado a Dios pidiendo ayuda y protección, ojalá fuera así siempre.
Ante el Covid-19, ¿hay algún valor que se evidencia hora y no se ve habitualmente?
Sí, la planificación a largo plazo; la prevención, tanto a nivel personal y familiar, como en las políticas de Estado. Tendemos a ser inmediatistas. Incluso, a veces por sentimentalismo hemos podido ser permisivos en los temas de corrupción (de la grande y de la pequeña), nos quedamos en lo “políticamente correcto”, no da miedo incomodar, preferimos no “molestar” a los demás advirtiendo lo que no está bien.
Incluso, antes se decía “no importa que robe con tal de que haga obra”. Ahora nos damos cuenta de que esos millones de soles que se han ido en la corrupción hubieran servido para dotar de agua a poblaciones numerosas, hacer e implementar hospitales, comprar pruebas para detectar el coronavirus, fortalecer la sanidad pública, etc.
Estas experiencias nos pueden ayudar a cerrar filas respecto de lo que vemos que está mal, concretar medidas de prevención y planificación, ya que la amenaza de las pandemias es el nuevo enemigo ante el cual hay que prepararse en todos los planos, personal y social.