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Abr

2020

ARTÍCULO DE OPINIÓN

La migración a la educación virtual en tiempos de pandemia

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El alumno tiene a su disposición en el entorno digital infinidad de recursos libres para aprender, desde clases por videoconferencia hasta software interactivo.

Por Tomás Atarama. 23 abril, 2020.

 
La educación virtual es un fenómeno que se ha popularizado en la última década y que en las últimas semanas ha recibido un impulso extraordinario por la situación que se está viviendo en el mundo. La expansión del covid-19 ha obligado a todo el sistema educativo a implementar las estrategias del modelo virtual. Sin embargo, es importante destacar que el solo uso de la tecnología para realizar clases a distancia no supone haber migrado a un modelo de educación virtual.
La educación virtual no significa trasladar la educación presencial a las plataformas digitales. Esto traería diversos problemas, debido a que la naturaleza de la educación presencial se sustenta en el dominio por parte del profesor de un espacio compartido con los alumnos. Cuando la clase viene mediada por una computadora o un celular, es imposible ejercer esa condición de dominio: el alumno puede realizar muchas otras actividades mientras el profesor “dicta” su sesión. Y no es conveniente establecer mecanismos de control para ello, porque serían soluciones artificiales para una realidad que está diseñada con el propósito de permitir mayor libertad al alumno.
En esta línea, es importante revisar en qué contexto se desarrolla el modelo de educación virtual. En primer lugar, hay que destacar que actualmente nos movemos en una cultura de convergencia, donde los alumnos acceden a los contenidos desde muy diversos dispositivos y prestan atención en función del valor que le encuentran a lo que consumen. No hay hora ni lugar específico para el consumo de contenido; esto lo determinan ellos en función de sus condiciones personales.
En segundo lugar, la educación virtual se sustenta en la cultura del compartir. El alumno tiene a su disposición en el entorno digital infinidad de recursos libres para aprender, desde clases por videoconferencia hasta software interactivo. En esta dinámica, el alumno asume que el contenido que recibirá en sus clases en línea se rige por los mismos principios: si está en red es libre y puedo usarlo y compartirlo libremente. Desde el campo de la gestión del derecho de autor, esto significa que los alumnos se mueven en un entorno de creative commons y no de copy right.
Y, en tercer lugar, la educación virtual se afianza en un contexto en el que se entiende que el papel de la educación no es dar información, sino desarrollar habilidades y competencias. Así, en la mente del alumno, asistir a una clase donde le repiten información que puede ver de modo más entretenido en un video interactivo o un pódcast suele ser una actividad prescindible. Por el contrario, entrar a una clase virtual para contrastar, debatir o explorar ejemplos son actividades de gran valor.
La coyuntura internacional ha hecho que todo el sistema educativo se enfrente ahora a un gran reto: formar a los alumnos sin reunirlos en un salón de clases. En este contexto, es fundamental una actitud positiva, de comprensión mutua entre profesores y alumnos. Nos corresponde aprender juntos. Estos son tiempos que exigen una especial empatía y un constante ejercicio de innovar y ajustar; todo con la finalidad de cumplir los objetivos de aprendizaje, pero, sobre todo, de formar ciudadanos solidarios y con sensibilidad social.
(Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas en él son  de responsabilidad del autor).
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