El virus que ahora enfrenta la sociedad ha encontrado en el nuevo ecosistema de comunicación un aliado para generar confusión y temor.
Por Tomás Atarama. 23 junio, 2020.La información de calidad es fundamental para el desarrollo de cualquier sociedad, porque permite que los ciudadanos puedan tomar decisiones con seguridad y ejerzan su derecho a participar de la vida en común. Ahora, cuando la normalidad se ve afectada, las personas tienden a buscar cualquier fuente de aparente verdad que les ayude a combatir esa incertidumbre y les garantice que los pasos que dan en el día a día no son en falso.
Tradicionalmente, los actores responsables de garantizar una información de calidad eran unos pocos y podían identificarse con mucha facilidad: gobierno, medios de comunicación y centros especializados. Sin embargo, el virus que ahora enfrenta la sociedad ha encontrado en el nuevo ecosistema de comunicación un aliado para generar confusión y temor. Las redes sociales y la posibilidad de que cualquier persona pueda difundir un mensaje con gran alcance han cambiado las reglas del juego.
Cuando WhatsApp detectó que muchos de los mensajes que circulaban en su aplicación estaban generando una desinformación que agravaba la expansión del virus, tomó la decisión, drástica, de limitar la función de difusión. Del mismo modo, diversas redes sociales comenzaron a promocionar explícitamente que se acuda a las fuentes oficiales y brindaban, incluso, un listado de mecanismos para verificar la información.
Sin embargo, la ola de desinformación no frenó. Esto llevó a la Organización Mundial de la Salud a publicar una sección en su web donde desmentía explícitamente muchos rumores. Allí se encuentran cosas tan básicas como que introducir lejía en el organismo no protege contra la COVID-19 y que las redes 5G de telefonía móvil no propagan el virus. Aun con estas aclaraciones, hubo varias noticias acerca de personas intoxicadas por consumir lejía y de ataques públicos a las torres de telefonía.
Ante esta realidad, es importante recordar dos formas que pueden ayudar a frenar la dinámica de la desinformación. Por un lado, los actores responsables de garantizar la información deben tomar más protagonismo, con un rol activo. Y, por otro lado, las personas deben formarse en las competencias de la educación mediática para saber reconocer la información verdadera y evitar difundir los rumores. Así, aportaremos en la construcción de una verdadera sociedad de la información.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.