Un gerente contaba que, durante una campaña para captar nuevos depósitos a plazo, había visitado una agencia ubicada en el Cono norte de Lima.
Por Jorge Gallo. 26 agosto, 2020.Hace ya muchos años, en una agencia de provincias de una empresa financiera, un gerente daba una charla sobre argumentos de venta de productos financieros. Contaba que, durante una campaña para captar nuevos depósitos a plazo, había visitado una agencia ubicada en el Cono norte de Lima.
Dijo que se había ubicado en el centro de la zona de atención y, en voz alta, preguntaba a los clientes y usuarios que ahí se encontraban si alguno de ellos quería que le regalaran un televisor de 32 pulgadas. Una señora respondió inmediatamente que sí le gustaría. Entonces, le dijo que trajera en ese momento cinco mil soles y abra un depósito a un año. Ella tenía sus ahorros en la Caja Municipal XYZ, salió rápidamente y regresó con el efectivo en menos de media hora, realizó la apertura y se llevó su televisor.
Cuando pensó haber dado un potente ejemplo, el responsable de abrir cuentas en esa agencia cuestionó la historia, le dijo que le llamaba la atención que la señora haya podido ir y regresar en menos de media hora, considerando la distancia entre esa agencia mencionada y el distrito donde funcionaba la única oficina de dicha caja municipal en Lima, por ese entonces. Otro empleado se animó a preguntar cómo había podido trasladar tanto dinero en efectivo a riesgo de ser asaltada. Y así, surgieron otras interrogantes.
El gerente, visiblemente molesto, dijo “no es una historia real, pues, pero así se debe vender”, perdiendo de esa forma toda credibilidad en los oyentes. Y es que, si una historia no es real, no debe contarse como tal.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.