La historia comienza al norte de Italia, en un paisaje verde, rodeado de mar, cuando el adolescente Stefano Campodónico inició el viaje que lo llevaría, junto a su familia, a la calle Capón en Lima.
Por Raquel Ramos. 15 septiembre, 2020.Ochenta y dos años después de su muerte, la historia de Esteban Campodónico sigue escribiéndose a través de un premio que está vigente en el Perú desde 1995. Aunque su fallecimiento se produjo en 1938, su historia es ya parte de muchas historias.
Una publicación de la periodista Silvia Guerrero, Don Esteban y su tiempo, que plasma el mérito de este médico italiano y su gran aporte al Perú, fue presentada el sábado 5 de setiembre, en la Feria Internacional del Libro de Lima.
El relato, que comienza en la segunda mitad del siglo XIX, ha sido reconstruido con mucho detalle por la periodista. Es un amplio reportaje, muy bien investigado y mejor narrado, sobre la vida de este médico que creó un fondo para premiar a quienes sirven a la sociedad peruana.
Todo empieza al norte de Italia, en un paisaje verde, rodeado de mar, cuando el adolescente Stefano Campodónico, de 13 años, inició el viaje interoceánico que lo llevaría, junto a su familia, del ‘lungomare’ (puerto) de Chiavari a la calle Capón en Lima. El contexto no era alentador, dado que el Perú estaba ya inmerso en el primer año de la Guerra del Pacífico (1879-1883), aunque, en ese primer momento, las actividades bélicas se desarrollaban aún en la zona fronteriza con Chile.
Su vida seguiría el camino más o menos esperado al de las personas de su edad. La tensa y cruel ocupación de Lima se producía cuando comenzó sus estudios escolares en el Seminario y luego también experimentaría la crisis política, social y económica que siguió a la firma del Tratado de Ancón (1883). En 1887, era un estudiante universitario en la Facultad de Ciencias de la Universidad Mayor de San Marcos, y lo fue, luego, de Medicina entre 1889 y 1896.
¿Quién llegó a ser Esteban Campodónico?
Su familia, junto a una pujante colonia italiana, consiguió prosperar en un contexto difícil, conflictivo y complejo. Conforme fue ganando en sabiduría y experiencia, se vinculó con grupos profesionales de la Política, la Medicina, las Ciencias y las Humanidades. Y, desarrolló una trayectoria impecable como médico oculista, profesor universitario y filántropo. Una vida que además estuvo vinculada con instituciones como la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima y la Facultad de Medicina de San Fernando.
Ese perfil suyo ha sido bien descrito por Eduardo Gotuzzo –también descendiente de inmigrantes italianos y ganador del premio en el 2005– durante la presentación del libro. Esteban Campodónico fue “un hombre universal” y “modelo extraordinario” que se incorporó, junto a los suyos, en la vida del Perú como profesor, investigador y como divulgador de ciencia y asuntos de salud pública.
En efecto, según la investigación realizada por Guerrero, Esteban Campodónico fue un profesor experto en Radiología, experticia que lo llevó a tener la primera cátedra de este campo y a publicar un libro sobre el tema. Además, sus cualidades como gestor le permitieron ser inspector de los dispensarios de la Beneficencia. Gracias a ello, junto con el doctor Juan Losno, director del más importante de los dispensarios, emprendió un intenso trabajo para la publicación de una serie artículos científicos en diario El Comercio de la época.
Para Gotuzzo, algunas de las actividades de Campodónico hoy siguen siendo importantes, como su defensa para que las jefaturas de hospitales sean asumidas en función de los méritos y tras diez años de ejercicio médico. “El Colegio Médico, ochenta años después, sigue soñando que esta realidad que él impulsaba sea cierta, y que haya una norma nacional”, ha dicho.
El especialista en enfermedades infecciosas, y quizá uno de los más importantes con los que hoy cuenta el país, ha recordado que esos afanes de investigación sobre enfermedades complejas llevaron a Campodónico a estar en contacto con personas brillantes de su época como Honorio Delgado y Hermilio Valdizán, con quienes propuso a Sigmund Freud como candidato al Nobel de Medicina en 1927.
“Es el modelo de un hombre que pasó por estas actividades, con gran vocación social, de servicio, de apoyo al Perú, y que depositó parte de su riqueza para que tenga un impacto en la vida social y cultural”, ha explicado Gotuzzo, en alusión a su legado, el premio. “Es el último mensaje de solidaridad y respeto de un hombre que contribuye al desarrollo del país”.
En el ocaso, un premio
Esteban Campodónico no tuvo hijos, pero sí contrajo matrimonio en Oackland (California) con Ethel C. Graff, tres meses antes de morir, a los 71 años. Gracias a su testamento ológrafo, se conoció su deseo de que, después de la muerte de su esposa, se concedieran premios a personas que destacasen por sus logros científicos y de servicio al Perú. Para ello, había creado un fondo en el Citibank de Nueva York en Estados Unidos.
Tras algunos avatares, 46 años después de la muerte de su esposa, el premio recién fue posible en marzo de 1995, cuando fue convocado por primera vez. La organización recayó sobre la Universidad de Piura, y la administración de los fondos, en la Fundación Clover de Nueva York. Desde entonces, ha otorgado más de medio millón de dólares, y han sido reconocidos los trabajos y trayectorias de profesionales como Liliana Mayo, Walter Alva, Antonio Brack, Eduardo Gotuzzo o Marino Morikawa, e instituciones como el Radio Filarmonía o Magia, la Asociación de Voluntarias por los Niños con Cáncer, ganadora de este año.
El libro y su memoria
El camino hecho por Silvia Guerrero para la publicación ha sido complejo, pero necesario. Don Esteban y su tiempo, libro con el que se ha buscado conmemorar los 150 años del nacimiento de este médico, comenzó con tres fuentes iniciales: el testamento ológrafo de Campodónico de 1937, algunos pequeños avisos necrológicos y un manuscrito de nueve páginas, redactado por Rosina Cánepa Campodónico, sobrina de don Esteban.
Por ello, la autora inició una intensa búsqueda en archivos, apasionada y rigurosa, para reconstruir la vida del adolescente que llegó de Italia. Además, ha apelado a los recuerdos familiares aportados por sus sobrinos nietos, a través de innumerables entrevistas. El libro muestra muchos documentos invalorables, especialmente imágenes de distintas épocas, que ayudan a la autora a contar la historia.
La periodista escudriñó en libros de actas y memorias de la Sociedad Italiana de Beneficencia, del archivo histórico de la Facultad de Medicina de San Fernando, del de la Municipalidad de Lima y del Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo. Pasó horas interminables en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú.
Su deseo por saber, la llevó, gracias al apoyo de la familia del biografiado, hasta la misma Italia, donde pudo enriquecer sus sentidos con detalles de la atmósfera de Chiavari. Sin duda, le ayudaron luego a describir el sitio que vio partir a la familia Campodónico.
La investigadora ha explicado que Campodónico también vivió la época del Centenario de la Independencia y fue testigo de la gesta de grandes obras de filantropía, que aún persisten, como el Puericultorio Pérez Aranibar y el hospital Víctor Larco Herrera. Conoció, señala, al sabio Hideyo Noguchi y al botánico Augusto Weberbauer.
El libro, narrado con pericia literaria, está organizado en siete bloques temáticos, que nos sumerge como testigos en el relato gracias a las 420 imágenes, en buena parte reprografías documentales.
El primer capítulo está dedicado a los orígenes de la familia, su formación académica desde la etapa escolar hasta las especializaciones en Europa; su papel como docente en la Facultad de Medicina y su calidad profesional, su participación como miembro de la próspera colonia italiana en el Perú y a su participación en instituciones impulsadas por esta comunidad, por ejemplo, como director del Hospital Italiano Vittorio Emanuele II de la avenida Abancay.
En el quinto capítulo explora la dimensión social y filantrópica del médico italiano, como concejal de la Municipalidad de Lima y miembro del directorio de la Beneficencia Pública. El sexto apartado profundiza en su patrimonio económico y su incursión en el campo de las inversiones; y el capítulo final se centra en su inesperado matrimonio, las circunstancias de su deceso y el legado de su premio. El volumen tiene además un apéndice, 33 cuadros y 26 anexos, muchos de los cuales constituyen aportes inéditos sobre el personaje y algunas instituciones con las que estuvo vinculado durante su vida.
Legado al Perú
La biografía, como dice la misma Silvia Guerrero, es una forma de “dar a conocer a un personaje que dejó un legado al Perú”, y saldar una deuda con la sociedad peruana y con la familia descendiente de don Michele Campodónico y doña Angela Figallo, sus padres.
“El entorno que vivimos hace meses, de incertidumbre, mortandad, desolación, sumado a la necesidad de organizar los servicios de salud y a la misma comunidad para protegerse de un elemento invisible y peligroso, no fue algo extraño en la vida de este médico, catedrático y filántropo de origen italiano. Entre fines del siglo XIX y los años 30 hubo peste bubónica, lepra, tifoidea, fiebre amarilla y, como hasta hoy, tuberculosis. Solo que no existía aún la penicilina”, ha explicado la autora en la FIL.
El libro es una invalorable contribución porque reconstruye la vida de este médico, y la encuadra en un contexto fascinante de la historia del Perú.