Álvarez Vita describe al chalán con poncho, pañuelo ancho y sombrero de paja, lo que repite el DiPerú, ligándolo con el caballo de paso.
Por Carlos Arrizabalaga. 19 octubre, 2020.La vida norteña estaba ligada al campo y el léxico referente a las bestias era muy rico y variado. Del francés, se tomó ya en el español clásico el término chalán, ‘tratante de caballos’, como señala el Diccionario de Autoridades (1729). En España, su uso se abandonó pronto mientras en América (salvo en México y Chile), perduró con el sentido de ‘picador’, que era quien domaba los caballos, de donde sale el derivado de chalanear, ‘adiestrar caballos’, extendido desde Guatemala hasta Argentina.
Enrique Carrión señala que el valor peruano de ‘jinete diestro’ fue registrado pronto en el diccionario, y es lógico que aquí diera lugar al sentido de destreza, porque el toreo a caballo se convirtió en la suerte nacional y esa afición a esquivar las cornadas exigía gran habilidad tanto del caballo como del toreador.
Álvarez Vita describe al chalán con poncho, pañuelo ancho y sombrero de paja, lo que repite el DiPerú, ligándolo con el caballo de paso. “Aquí está la jáquima” es una frase que recoge Carlos Arellano Agurto, referida al parecido de los hijos a su progenitor, por metonimia, porque jáquima es el cabezal que se le pone al caballo. Se decía a toros y caballos, pero en el Perú más a los burros, según Carlos Luna, el calificativo de “marrajo”, aunque ahora se aplica a los desobedientes y caprichosos que van por su cuenta, a las personas malintencionadas que actúan con cautela y astucia. En México se dice al tacaño; en Cajamarca, al malcriado y haragán. Era palabra de origen incierto.
Del mismo origen viene “comechado”, que se decía del toro que no servía para nada y se daba a la mojiganga de parlampanes, todavía en época virreinal. Hace más de un siglo que en Piura no hay festejos de toros. Se realizaban en los terrenos que ahora ocupa el Club Grau, seguro porque al formarse laguna crecerían frondosos los algarrobos en corro.
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