El respeto a los demás comienza por luchar por la corrección de nuestras acciones, andando en línea recta, sorteando los infaltables desvíos y tratando de llegar a la meta de una vida plena y lograda,
Por Dirección de Comunicación. 12 octubre, 2020.Artículo escrito por Marina Pereyra, alumna de la Maestría en Matrimonio y Familia del ICF.
Hoy en día, innumerables ideologías de pensamiento, sesgadas, incompletas y deshumanizantes, irrumpen en la vida de las personas; actúan a modo de obstáculos que desvían y alargan, innecesariamente el punto de llegada. Bien dice el principio matemático que la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta.
Ocurre así con la inseminación artificial, método científico que manipula y simula el acto conyugal natural, acercando los gametos masculino y femenino para favorecer la fecundación y una nueva vida.
Esta práctica, muy extendida, se usa para engendrar, a toda costa, incluso con la participación de un donante. Todo vale en busca del objetivo de “tener un hijo porque quiero”, aunque sea en soltería y, pese a las profundas connotaciones no solo éticas, que está práctica acarrea. Este hecho, en ausencia de alguno de los padres o cónyuges, da rienda suelta a un marcado individualismo; y se presenta como un amor disfrazado, egoísta, no auténtico.
Su concreción lleva a la persona a pensar solo en ella, buscando satisfacer sus necesidades, desoyendo al hijo, que no puede alzar su voz y decir: “anhelo un papá y una mamá, una familia que me enseñe, por la vía de los hechos, el valor incondicional de la vida y de lo que es la persona humana”.
Desde la concepción, los seres humanos tienen la capacidad de percibir el cálido y acogedor bienestar del amor y el frío y desolador ambiente que genera la ausencia de cuidado y cariño, que acarreará más tarde o más temprano consecuencias nefastas en la sociedad.
Pensaba en esta situación, como una de las tantas maneras de intentar llamar recta a una línea curva. No nos engañemos, pretendiendo desnaturalizar el amor, denominando a lo curvo, recto y correcto. No arruinemos la posibilidad de dar a los hijos el derecho de tener padres en un sentido pleno, integral, no solo biológico.
Animo a la reflexión, a no ser cómplice de los ataques al valor de la vida, del matrimonio y de la familia, confundiéndonos al actuar, andando por senderos que nos desvían. La concepción debe reservarse a la intimidad de varón y mujer en el matrimonio, que está llamado a la procreación basada en el amor, el compromiso de la donación, de la acogida y del ser unión.
El respeto a los demás comienza por luchar por la corrección de nuestras acciones, andando en línea recta, sorteando los infaltables desvíos y tratando de llegar a la meta de una vida plena y lograda, no exenta de errores desde luego, orientada a pensar en las consecuencias que nuestras desviaciones acarrearán a los demás.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.