Los ciudadanos que nos preparamos a elegir al próximo presidente del país tenemos una grave responsabilidad: la de no improvisar, de no tomarnos a la ligera o superficialmente el voto ciudadano.
Por Gerardo Castillo. 12 octubre, 2020.Como es sabido, en esta última parte del año, en el Perú estaremos en campaña electoral, por lo que cabe preguntarse: ¿qué competencias debería tener el futuro presidente del Perú?
En primer lugar, tenemos lo que se llaman competencias estratégicas que son las que llevan a conseguir resultados externos, medibles. Y, como los desafíos del Perú son tan complejos, es necesario que el futuro presidente sepa identificar y constituir un equipo especializado, plural e interdisciplinario; pero, sobre todo, muy profesional, que sea seleccionado en base a la meritocracia y no de la partidocracia.
Si siempre es importante contar con un buen equipo, en estas circunstancias es obligación grave lograrlo, de lo contrario no se podrá afrontar los grandes problemas de salud, economía, empleo, educación (básica y superior), seguridad e infraestructura que reclaman urgente solución.
En segundo lugar, se requieren las llamadas competencias ejecutivas, para que el próximo presidente pueda identificar y aprovechar los grandes recursos humanos que ofrece este singular país. Tendría que ser capaz de reunirse con los empresarios de los diferentes rubros, así como con los representantes de los diferentes gremios, de la minería, de la pesca, de la agroindustria, de la manufactura, así como con los empresarios del rubro de servicios, en sectores como el turismo, la gastronomía, etc., y en general con representantes de las pequeñas y medianas empresas.
Asimismo, se requiere escuchar y dialogar con los líderes amazónicos y de las comunidades andinas, con los representantes sindicales, académicos y líderes políticos, para escucharlos generosamente y dialogar con ellos con sinceridad y apertura; para luego ser capaz de proponer una verdadera agenda Perú, integral y equitativa; reconduciendo todos los recursos materiales y humanos hacia un único fin: sacar adelante el Perú. Tal como nos encontramos, esta inmensa tarea se tendría que hacer desde ahora.
Sin embargo, para que estas competencias ejecutivas y las anteriormente señaladas -las estratégicas- sean posibles y den realmente frutos se precisa de las llamadas competencias de liderazgo. Estas tienen, en la base, virtudes éticas como la prudencia, la responsabilidad, la justicia, la equidad, la veracidad, el respeto, la fortaleza y la moderación, movilizados por una magnanimidad (alma grande) que lleva a las personas a la generosidad de buscar desinteresadamente el bien común, el desarrollo integral de los otros miembros que conforman este gran país, especialmente de los más débiles, pobres, abandonados, vulnerables, como nos lo acaba de recordar el papa Francisco en su tercera carta encíclica “Hermanos todos”.
Como estas virtudes son hábitos, no se improvisan, sino que requieren una práctica continua, una disciplina constante; es decir, una exigencia interior muy profunda, para ser capaz de dirigirse primero a sí mismo, realizando esas virtudes éticas en su vida ordinaria, que van forjando el carácter, decantando una personalidad a prueba de fuego. De lo contrario, sería muy difícil resistir las diversas presiones que vienen de fuera, y de dentro también, para lo cual se requiere de un gran entrenamiento, de una profunda humildad y una aguda capacidad de autocrítica.
En síntesis, el perfil del próximo presidente del Perú tendrá que ser el de alguien idóneo, que tenga la preparación suficiente; y que, sobre todo, cuente con un gran nivel ético unido a un probado espíritu de servicio, para usar adecuadamente el poder, en favor del bien común, de las grandes poblaciones del Perú, de tantas personas que esperan una mano que les ayude a ponerse en condiciones de trabajar y sacar adelante a sus familias.
Por eso, los ciudadanos que nos preparamos a elegir al próximo presidente del país tenemos una grave responsabilidad: la de no improvisar, de no tomarnos a la ligera o superficialmente el voto ciudadano. Tenemos que asumir la tarea de informarnos y observar atentamente la trayectoria pasada y presente de los candidatos, para no lamentarnos después.
Esta pandemia, con sus altos costos, ha desvelado nuestras debilidades, nos ha dado mucha información sobre nuestras deficiencias en salud, en la formalidad, en educación y, en general, en la lucha contra la pobreza y la integración.
Finalmente, haría hincapié en la importancia de exigir, al próximo presidente del Perú, un alto nivel ético. Así, a partir de la tolerancia cero a la corrupción podremos construir unidad entre todos para sacar adelante a nuestro querido Perú.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.