En 1885, el científico francés Louis Pasteur descubrió la vacuna antirrábica. Su descubrimiento supuso uno de los mayores avances en la historia de la Medicina.
Por Jaime Millás Mur. 03 octubre, 2020.La rabia es una enfermedad endémica del Perú, que se presenta en dos ciclos: uno urbano relacionado a la transmisión por canes, y otro silvestre causado principalmente por la mordedura de murciélagos hematófagos. La mayoría de casos humanos de las últimas décadas han sido por rabia urbana; sin embargo, las medidas de control empleadas (campañas de vacunación canina, producción de vacunas, identificación del can mordedor, atención oportuna de la víctima y sistemas de vigilancia y notificación) han logrado reducir la incidencia de rabia canina y, en consecuencia, los casos en humanos. Actualmente, el mayor número de casos humanos que se notifican en el Perú son causados por el vampiro común (Desmodus rotundus).
En la evolución histórica de la enfermedad en el Perú, los primeros datos son recogidos en las Obras Científicas y Literarias de Hipólito Unánue (1914), que describen su aparición en los valles de la costa norte en el año 1803, que se extendió hasta Ica y Arequipa. Desde ese entonces, la rabia se constituye en un mal endémico, con aparición de casos y brotes epidémicos en humanos y animales.
En el mundo, 99% de los fallecimientos por rabia ocurren en Asia, África y América del Sur. En Asia, donde la rabia se registra habitualmente en perros, se produce el 90% de todos los casos de esta enfermedad. Solo en la India mueren anualmente unas 20.000 personas, lo que supone una incidencia anual de 2 casos de muerte por cada 100.000 habitantes; en América Latina la incidencia es de 0,01-0,2 muertes/100.000; y en África de 0,001-13 muertes/100.000.
La vacuna para esta enfermedad tan terrible fue descubierta por el gran científico francés Louis Pasteur en 1885. Pasteur orientó su carrera hacia la química y la microbiología. Aunque sus primeros trabajos versaron acerca de la polarización de la luz, posteriormente descubrió que la fermentación era causada por microorganismos y demostró la inexistencia de la generación espontánea. Al poco tiempo ideó un procedimiento para aniquilar la mayor parte de mohos y bacterias en líquidos como la leche, lo que conocemos como pasteurización. De esta forma pudo concluir que animales y humanos eran infectados por microorganismos causantes de diversas patologías, lo que inspiró las medidas antisépticas que salvarían de la muerte a millones de personas. Pasteur realizó innumerables aportes a la ciencia pero, si hay algo que resalta, es su vacuna contra la rabia. Dos años después de este descubrimiento fue el primer director del Instituto Pasteur de París.
Como sabemos, la primera persona que recibió la vacuna antirrábica fue el niño Joseph Meister el 6 de julio de 1885. Pasteur inoculó la vacuna a este joven, que había sido mordido 14 veces por un perro rabioso. La experiencia tuvo éxito: Meister sobrevivió y se cuenta que, años después, era portero del Instituto Pasteur. Ahora que nos encontramos con la expectación del descubrimiento de la vacuna para la COVID-19, aquilatamos mejor la dimensión del trabajo de Pasteur.
Este gran científico recibió numerosas distinciones y fue nombrado miembro de la Academia Francesa. En su discurso de aceptación dijo entre otras cosas: “En cuanto a mí, que juzgo que las palabras progreso e invención son sinónimos, me pregunto en nombre de qué descubrimiento nuevo, filosófico o científico, se puede arrancar al alma humana estas altas preocupaciones [refiriéndose a la existencia de Dios, mencionada líneas atrás en dicho discurso] (…) me parecen ser de esencia eterna, porque el misterio que envuelve el universo y del cual éstas emanan es él mismo eterno por naturaleza”.
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