El decano de la Facultad de Medicina Humana, Edgar Tejada, explica el desarrollo de las vacunas y su importancia cara a la lucha contra enfermedades, como el COVID-19, en el marco de la pandemia actual.
Por Edgar Tejada. 04 enero, 2021.Desde hace muchos años, la humanidad viene protegiéndose contra muchas enfermedades con el uso de las vacunas. Desde la primera en aparecer contra la viruela hasta las vacunas contra la poliomielitis, sarampión, varicela, difteria, tétanos, tos convulsiva, hepatitis A, hepatitis B, entre muchas otras.
Obviamente cada vacuna ha pasado por muchos estudios científicos y pruebas antes de ser puestas a la disposición de la humanidad. Los procesos de manufacturar las vacunas son muy complicados y largos, además de considerar que no existe ninguna vacuna que no tenga algún efecto secundario, por mínimo que sea.
La ciencia ha progresado velozmente y, sobre todo en los últimos tiempos, ha logrado acortar tiempos. El proceso corriente para lograr vacunas virales es a partir de fracciones de los virus, los cuales tienen que ser cultivados en medios muy especializados y con mecanismos muy complicados para lograr poder antigénico y el menor efecto secundario para el ser humano. O, en otros casos, conseguir elementos virales con capacidad de producir anticuerpos contra el virus estudiado, lo que requiere de mucho tiempo y años de trabajo.
En esta ocasión, a consecuencia de la pandemia por el COVID-19, gracias a grandes avances tecnológicos y científicos, muchos laboratorios especializados han logrado determinar la secuencia genómica del virus. Con esa información han realizado una “impresión genética” del virus para realizar múltiples experimentos en varios centros de investigación, basados solamente en la información virtual de la estructura del virus, lo que ha permitido ahorrar mucho tiempo de investigación.
Este avance de la ciencia, a partir de la información del modelo virtual del virus, ha permitido que las vacunas se diseñen en poco tiempo en múltiples centros de investigación, siguiendo todas las normas internacionales de investigación y los pasos estipulados por autoridades internacionales. Como en todo ensayo para medicinas fue también necesaria la experimentación previa en animales y después en personas seleccionadas para observar la capacidad antigénica de la vacuna en laboratorio, la acción específica y los probables efectos secundarios (Fase I, Fase II y Fase III). Se han reportado pruebas de esta vacuna en 212 diferentes centros de diversos países. De estas, 48 han entraron a su Fase I, con humanos y 4 de ellas ya han terminado su estudio de Fase III.
Circulan por los medios algunas ideas falsas sobre la vacuna. La primera duda es por qué se obtuvo resultados en menos de un año. Esta brevedad de los estudios se explica por lo arriba mencionado, que en múltiples centros de investigación ha ahorrado mucho tiempo usando la información virtual del virus.
Otra falacia que circula es que la vacuna contra el COVID-19 modificará el ADN humano. Una falsedad que con mínimos conocimientos de genética puede rebatirse pues se sabe que la vacuna es confeccionada a partir de un estudio basado en el ARN (, ácido ribonucleico), que es un vehículo celular del virus y no tiene ninguna influencia en el ADN humano.
Otra afirmación fantástica es que la vacuna contra el coronavirus contiene microchips “para lograr el dominio de la especie humana”. Realmente una afirmación tan fantástica que no resiste análisis científico.
En la fabricación de esta vacuna se han respetado todos los pasos de investigación, pasando por cada una de las fases que la ciencia plantea para cualquier investigación por lo cual es necesario tener conciencia de su seguridad y de su eficacia y de la necesidad que todos nos vacunemos como única medida para contrarrestar esta pandemia.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.