Pues sí: en el fútbol español hay más que el Madrid y el Barza (y, como mucho, el Atlético). Yo, por ejemplo, no soy ni del Madrid ni del Barza (ni del Atlético). Soy hincha de un equipo de ciudad pequeña, modesto, pero muy bravo, con gran cuidado por la cantera, de la que salen grandes futbolistas… que se acaban yendo a alguno de los grandes.
Por Enrique Banús. 03 mayo, 2021.Pues sí: en el fútbol español hay más que el Madrid y el Barza (y, como mucho, el Atlético). Yo, por ejemplo, no soy ni del Madrid ni del Barza (ni del Atlético). Soy hincha de un equipo de ciudad pequeña, modesto, pero muy bravo, con gran cuidado por la cantera, de la que salen grandes futbolistas… que se acaban yendo a alguno de los grandes.
Hay en el Perú muchos seguidores del Barza y bastantes del Madrid. De mi equipo, muy poquitos. Pero algún tiempito atrás, alguien muy “fan” de uno de los dos grandes me felicitó por una victoria de mi equipo (nunca antes lo había hecho). Casi me emociono. Le di las gracias y me puse a pensar por qué esa felicitación. Pronto me di cuenta: era amor al chicharrón, no al chancho. Resulta que mi equipo le había ganado al otro grande, a su “enemigo”, por así decir.
¿A qué viene todo esto? Perdón por ser un poco autobiográfico. Yo estudié Literatura y desde hace ya tiempo me dedico a investigar sobre el diálogo intercultural. Ambas cosas tienen bastante que ver: Literatura tiene que ver con textos que se leen. Leer dialogar con un texto; y un texto es “otro mundo”. Alguien lo ha escrito, desde su perspectiva; yo lo leo desde la mía. Viaje de perspectiva a perspectiva: diálogo entre culturas. El diálogo sirve para superar la distancia.
Pero, también sabemos que “las culturas” se utilizan para formar identidades: “Yo soy del Madrid” – “Yo del Barza”. Y me reconozco por unos elementos culturales, unos colores, por ejemplo: “blanco” – “blaugrana” (y “rojo y blanco”). Y está bien, porque el ser humano tiene necesidad de pertenecer a grupos, a comunidades, a sociedades; y se siente unido a quienes se identifican con esos mismos colores.
Sólo hay un problema -o puede haberlo-: es más fácil sostener, fomentar, promover una identidad cuando se apoya en la diferencia con otra identidad, con “los otros”. Aquí “nosotros” – allí “los otros”. Todavía es más fácil cuando se consigue que “nosotros” se convenzan de que “los otros” son un peligro, enemigos. Eso facilita la cohesión, que “nosotros” sean todavía más “nosotros”. Entonces la derrota de los otros es tan importante como nuestra victoria.
Visiones dicotómicas se dan mucho, no sólo en fútbol, y llevan a comportamientos no razonables: “A los otros, ni agua.” Claro, la culpa es siempre de ellos: “nosotros” sólo reaccionamos: a su maldad, a su mezquindad o a algún agravio, así sea antiguo. Que incluso puede tener su puntito de real, que se magnifica en la memoria (que la persona gestiona), en la imaginación, en el deseo. Y, ya sólo se ve a un enemigo. ¿Y qué se hace con los enemigos? Pues se lucha contra ellos. Y cuando se busca lucha ya sabemos cómo suele acabar: luchando, pues.
Hablamos de fútbol. Podríamos hablar de conflictos internacionales, marginación de minorías en un país, tensiones urbano-rurales, problemas familiares o en las empresas, de tantas cosas. Quizá, incluso, de política. Pero, es mejor seguir hablando de fútbol, de sociología del fútbol, más bien.
Es bueno que haya blancos (o merengues) y blau-granas (y, para los más entendidos, también colchoneros) y cremas e íntimos. ¡Qué bueno también que haya esa identificación, que se constituyan grupos que compartan símbolos, afinidades, comunidad! El ser humano es un ser social y de este modo se concreta su sociabilidad; de este y de muchos otros.
Hay por ahí una película que relata un hecho que se dio realmente, en la I Guerra Mundial: la de los soldados alemanes y franceses, durante meses enfrentados en las trincheras, que las abandonan para celebrar juntos la Navidad. Una buena película. Para un hecho histórico extraordinario. Que no sirvió para poner fin a una guerra. Pero sí para demostrar que el ser humano es capaz de superar trincheras. Incluso en una situación tan dramática como ésta. Y no digamos en la vida del fútbol, de la familia, del trabajo, del tráfico, de la política de un país.
Y sin olvidar que también hay equipos pequeñitos, modestos, pero bravos. Como el mío. Uy, creo que me olvidé de decir cuál es mi equipo…. Una pista: blanquiazul. Da igual: apoyen a todos los equipos pequeños y sobre todo a los que cuidan mucho la cantera.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.