Cada vez más, el líder tendrá que ser experto en humanidad, consciente del valor central de la persona humana, que ahora se sabe que está al centro de la innovación.
Por Genara Castillo. 13 julio, 2021. Publicado en GestiónEl primer principio dice que “administrar no es dirigir”, ya que se administran las cosas, pero se dirigen a las personas. El diferenciar no es separar, porque es importante que vayan juntas la buena gestión con la buena dirección o liderazgo, ya que es necesario saber evaluar agudamente el entorno, aprovechar las oportunidades de negocio, ser capaces de generar alternativas que, puestas en marcha, pueden generar un buen retorno económico; pero, esto tiene éxito a mediano y largo plazo cuando hay un buen liderazgo.
El segundo, nos recuerda una verdad que parece evidente: “no se puede dirigir lo que no se conoce”, por tanto, para poder dirigir personas hay que conocerlas; es decir, que hay que saber quién, qué y cómo son los seres humanos, de lo contrario se darán palos de ciego o, lo que es peor, no se podrá evitar el sesgo, los prejuicios, los reduccionismos, de lo cual apenas habrá conciencia, pero que afectarán tanto a los directivos como a sus colaboradores. Cada vez más, el líder tendrá que ser experto en humanidad, consciente del valor central de la persona humana, que ahora se sabe que está al centro de la innovación.
El tercero, va unido con lo anterior, ya que la “finalidad de la dirección es crecer y ayudar a crecer”, de manera integral: material, cognoscitiva y éticamente. Siempre se puede crecer más y mejor en el conocimiento y en la calidad motivacional. En cambio, si la dirección comporta el deterioro de los dirigidos tiene un sentido entrópico, es autodestructiva. A los directivos les interesa potenciar la acción de sus colaboradores y de los componentes del stakeholder en que se encuentran. Se trata de un crecimiento ético que sostiene y empuja a cualquier otro tipo de crecimiento humano. Por tanto, el directivo buscará en sus análisis, diagnósticos, alternativas, decisiones, organización e implementación de sus planes de acción, que prime el criterio ético que integra el ¿cuánto voy (vamos) a ganar?, y el ¿cuánto voy (vamos) a aprender, con el ¿cuánto voy (vamos) a mejorar éticamente?
El cuarto principio es que un directivo debe saber “integrar”, reunir, coordinar lo que ofrecen cada uno de los grupos de personas que lidera; para ello, debe saber observar, escuchar a sus colaboradores, clientes, proveedores, etc., “sacar” lo mejor de cada uno, sabiéndolo poner en relación con el aporte que viene de los demás. En esa relación, hay que fomentar la sinceridad, porque de lo contrario la lealtad se confundiría con el lealismo y la amistad con el amiguismo; esa sinceridad se manifiesta en el diálogo sincero, en el estudio y deliberación, en la fidelidad a la realidad y en la innovación constante.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.