No faltarán los que se dejen atrapar por la moda o la banalidad de una celebración incolora; pero, la mayoría optará por el sentido común y la fe viva. Al menos estas líneas quieren alentar esa respuesta sensata.
Por P. Jesús Alfaro. 31 octubre, 2021. Publicado en El Tiempo, el 31 de octubre de 2021.“La fe cristiana está volcada hacia la vida. Cree en el Dios de los vivos. Su meta es vida y dice, por tanto, sí a la vida en todos sus niveles en cuanto don y reflejo de Dios, que es la vida. Dice sí a la vida aun cuando se encuentre oscurecida por el sufrimiento. Incluso entonces es don de Dios, incluso así sigue ofreciendo nuevas posibilidades de ser y de sentido. Para la fe cristiana no existe ninguna “vida inútil”. Dondequiera que hay vida, sigue siendo, aun con todas sus sombras, don de Dios, don entregado y confiado a los que comparten la vida y que, por la exigencia de un amor servicial, puede hacerlos más ricos y más libres”. (Joseph Ratzinger, Escatología).
Después de recordada esta premisa fundamental, nos hacemos cargo de dos fechas cercanas: los días 1 y 2 de noviembre. La Iglesia celebra la plenitud de la vida en Cristo el día uno del mes, cuando recuerda a todos los santos; y la llamada a la vida eterna, el día dos.
En las circunstancias en que vivimos, desde hace ya casi dos años, es especialmente pertinente tener en cuenta estas fechas. Es verdad que la primera de ellas ha sido “capturada” por una cierta sinrazón: la fiesta de Halloween, que en sus inicios fue ni más ni menos que la celebración de la víspera de la de Todos los Santos.
Desde la perspectiva cristiana, ambas celebraciones se reclaman: la primera agradece a Dios el don de la santidad a la que estamos llamados todos; y, la segunda, la puerta por la que se accede a ese estado glorioso. No cabría, por tanto, recordar el aspecto superficial y macabro de una muerte entendida en sentido pagano: tenebrosa, misteriosa, alienada de espectros, fantasmas y calaveras.
La vida cristiana es alegría en el sufrimiento. Lo demuestra clara y eficazmente la respuesta a la crisis de salud de nuestros paisanos, colosal, llena de fe y de solidaridad. Una auténtica respuesta espiritual, en la que al dolor por la pérdida de muchos seres queridos y las dificultades que la enfermedad ha traído consigo, se ha levantado un clamor de oración que, a no dudarlo, significará -como ha sucedido en las recientes fiestas del Señor de los Milagros, del Señor Cautivo de Ayabaca, etc.- una respuesta oportuna a las veleidades del Halloween.
No faltarán los que se dejen atrapar por la moda o la banalidad de una celebración incolora; pero, la mayoría optará por el sentido común y la fe viva. Al menos estas líneas quieren alentar esa respuesta sensata.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.