La yuca de monte o de caballo (Proboscidea althaeifolia) es una planta endémica común de la costa norte peruana y de las regiones áridas de Norteamérica, particularmente de los desiertos de Mohave y Sonora.
Por Carlos Arrizabalaga. 02 noviembre, 2021. Publicado en Correo, el 30 de octubre de 2021.
Foto: Wikipedia.
“Mantiene este desierto (describe Lecuanda) muchos caballos, mulas y burros; y aunque carece del pasto común y del agua, buscan por el olfato unas raíces que llaman yucas de monte, que les suple lo uno y lo otro.” De esa manera daba cuenta el bachiller José Ignacio Lecuanda, en 1793, del secreto con el que los de Catacaos atravesaban el desierto con sus burros o piajenos.
Juan de Herrera y Montemayor (1618) había anotado que eran arrieros famosos y que el viaje a Olmos, unas 34 leguas, demoraba tres días. De ahí, pasaría a Saña con los de Olmos “tan cuidadosos y fieles”, siete días; y de ahí, a Trujillo, seis días más. Lo peor eran los corregidores y justicias de Saña “que hacían extraordinarias diligencias para aprovecharse, desposeyendo a los pobres pasajeros de alguna parte de su hacienda”.
La yuca de monte o de caballo (Proboscidea althaeifolia) es una planta endémica común de la costa norte peruana y de las regiones áridas de Norteamérica, particularmente de los desiertos de Mohave y Sonora. Es la única proboscídea que crece en el Perú y se caracteriza por su flor amarilla y los afilados espolones que se enganchan en las patas de las bestias. Así las transportan.
Sus raíces tuberosas son comestibles, pero no contienen apenas nutrientes, como describía un perulero a Fernández de Oviedo, hacia 1535: “Hay otra fruta que es como nabos, grandes e gruesos como la pantorrilla, e menos e más algunos; e son como agua, dulces, e la carnosidad como nabos, pero luego se deshacen en la boca. Es como agua, e llámase chicomas; de fuera, sobre la faz de la tierra, echa ramas tendidas como hierbas, e quiere parecer esta planta a la de los ajíes.” ¿Acaso ese nombre sirvió luego a los españoles para llamar al yacón? Es una bonita hipótesis; pero, igual, harto difícil de demostrar.
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