A propósito del 15 de mayo, conviene reflexionar en la hondura de un aspecto muy propio de esta: el acompañamiento afectivo entre sus miembros, bajo las formas de conyugalidad, paternidad, filiación y fraternidad.
Por Mariela García Rojas. 15 mayo, 2022.La soledad como sinónimo de aislamiento, abandono, incomunicación, separación, desamparo, es un estado indeseado. El encierro interior, la melancolía, la añoranza o la tristeza no atraen. Lo contrario a la soledad es la compañía, el amparo, la cercanía, la comunicación, la confidencia, la salida de uno mismo, la concurrencia y la aglomeración.
A propósito del 15 de mayo, cuando se conmemora el Día Internacional de la familia, conviene reflexionar en la hondura de un aspecto muy propio de esta: el acompañamiento afectivo entre sus miembros, bajo las formas de conyugalidad, paternidad, filiación y fraternidad. El fortalecimiento de estos vínculos familiares ha de cuidarse; su acrecentamiento no puede dejarse a la deriva, ni mucho menos darse por descontado. La familia, hoy y siempre, exige que (en su interior) se hable de ella y se la entienda en su rol, solo así podrán encauzarse sus fines y, con estos, sus componentes. La tarea de amar y enseñar a amar en su regazo escapa a recetas generales; conlleva a bosquejar soluciones a la medida de cada uno de sus partícipes, del anhelo de este proyecto común y de sus metas como transmisora de valores. Cada familia se trazará estas tareas poniendo énfasis en distintos fines. Los resultados saltarán a la vista, más pronto que tarde.
La soledad, como la precariedad, afecta hoy a mucha gente. Según el último Estudio de Salud de la Ciudad de Madrid del 2018, elaborado por Madrid Salud, las personas de entre 16 y 24 años son el grupo que más manifiesta sentimientos de soledad; a su vez, las mujeres y otras personas que viven solas experimentan con mayor frecuencia este sentimiento. ¿Cómo es posible esto?, nos preguntamos desconcertados. ¿No es esta una llamada de atención a diversas instituciones y, sobre todo, a la familia y por extensión a sus miembros?
Si el hombre está en constante búsqueda del sentido a su vida, es en el espacio familiar donde encuentra el farol que le ayudará a iluminar los túneles más diversos que atravesará en su vida. La vida de sus padres, sus aciertos y desaciertos, las alegrías y tristezas en la vida familiar, servirán de fuente para comprender que el matrimonio es un hito que marca el inicio de la superación humana futura, más plena y, además, junto a alguien.
En su función educadora, la familia descubre, sale en búsqueda, no de algo, sino de alguien; es la antítesis de la formación y el pensamiento rebaño. En la edificación del amor entre sus miembros, es una legión más allá que una abstracción; es encuentro y reencuentro personal continuo.
Los especialistas sostienen que la distancia puede ser física, de comunicación y afectiva. El confinamiento en la pandemia nos llevó a afrontar los tres modos. La familia en cambio los supera y aprovecha comunicando al otro(a), de distintas formas lo mucho que le importa: con un beso, una caricia, la atenta escucha, una mirada, una sonrisa, el trato amable, el acompañamiento espiritual y la cercanía íntima. Hacer esto de manera correcta y perecedera es una asignatura siempre pendiente de calificación máxima; exige refuerzo y actualización constante. Erigir la propia familia como espacio de unidad y de felicidad es un itinerario que no debe ser ni ancho ni ajeno.
Si bien ni el matrimonio ni la familia nos aseguran la felicidad, muchos suscribiríamos que son la forma natural más extendida y más radicalmente humana y civilizada de brindar la oportunidad para ahondar en este anhelo, no tanto como un fin, sino como consecuencia de la intelección y práctica continuas por situar a los que amo como los fines de mi vida. La alegría exterior e interior brotará más fácilmente de la mano de la virtud, que se acrecienta al paso de la madurez y la autoexigencia racional y libre.
Animémonos a seguir perfeccionando nuestra mirada acerca de la belleza y del valor de las limitaciones y debilidades de nuestros consanguíneos, que hacen, también por amor, lo propio con cada uno de nosotros. Concebir así la felicidad se torna en un objetivo más factible y más humano. Quizás solo así se entiende la expresión Ser feliz no significa que todo sea perfecto. Significa que has decidido ver más allá de las imperfecciones. La familia es una forma esencial para aprender a amar y aproximarse a lo inexplicable e indescriptible que se esconde detrás de lo permanente y lo duradero porque, pese a todo, la familia es para siempre y su fuerza es determinante e incalculable en el desarrollo humano. Muchos países, en sus idas y vueltas para procurar el bienestar, empiezan a entenderlo.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.