Critiquemos el imperialismo. Pero critiquémoslo siempre. En todos los continentes y en todo el espectro étnico e ideológico. El de los egipcios, griegos, romanos y persas; el de los carolingios, omeyas, mongoles y chinos.
Por Enrique Sánchez. 20 mayo, 2022. Publicado en Correo, el 20 de mayo de 2022.Un imperio es una entidad política que gobierna sobre muchos pueblos y culturas, tiene fronteras flexibles y apetito de poder. El imperialismo ha sido la realidad política más común en el mundo durante los últimos 2,500 años. Desde el inicio, ha justificado su violencia y dominación con pretextos moralistas. “Les conquistamos por su propio beneficio”, decían los persas. Y el emperador chino Qin Shi Huangdi (s. III a. C.), afirmó: “Todo pertenece al emperador […] No hay nadie que no se beneficie”.
Es cierto que los imperios han destruido lenguas y culturas. Es una pérdida antropológica irreparable. Aunque también han conllevado beneficios. Al amalgamar grupos humanos, los imperios han evitado un Babel de lenguas y culturas inconexas. Y han facilitado el contacto entre pueblos, el comercio y el progreso científico y tecnológico. Han creado redes de comunicaciones, han planificado urbes, han estandarizado leyes, pesos y medidas. Se podría aplicar aquí el concepto de “destrucción creativa” de Schumpeter.
Hoy muchos son hipercríticos con los imperios occidentales y acríticos con otros imperios (precolombinos, árabes, asiáticos, ruso, etc.). Si la causa de ese doble rasero es el rencor hacia la cultura occidental (o el cristianismo), apunto que el resentimiento no es buen compañero vital o de investigación científica. Si la causa es la condescendencia hacia los no europeos o caucásicos, señalo que esa actitud es, en sí misma, una muestra de mentalidad paternalista, imperialista o racista.
Critiquemos el imperialismo. Pero critiquémoslo siempre. En todos los continentes y en todo el espectro étnico e ideológico. El de los egipcios, griegos, romanos y persas; el de los carolingios, omeyas, mongoles y chinos. El de los aztecas y el de la Monarquía Hispánica. El de Estados Unidos en Irak y el de Rusia en Ucrania.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.