31

May

2022

Artículo de opinión

Una página del Bicentenario: la modernización de las ciudades costeñas

  • Inicio
  • Opinión
  • Una página del Bicentenario: la modernización de las ciudades costeñas

A lo largo de los casi 300 años de dominio hispánico las ciudades peruanas, como de la América Hispana, no tuvieron mayor innovación que su diseño urbanístico inicial: un modelo sencillo de trazado en cuadrícula con una plaza central.

Por Victor Velezmoro. 31 mayo, 2022. Publicado en En El Peruano, el 28 de mayo de 2022.

Las principales ciudades de nuestro país, con algunas contadas excepciones, fueron fundadas en la época colonial. Incluso, a sabiendas de generalizar, podemos decir que en los diez años siguientes a la conquista del Tawantinsuyo, el naciente virreinato ya contaba con varias capitales repartidas en la costa y la serranía. ¿Por qué interesa recordar este evento? Pienso que las transformaciones de una ciudad no solo obedecen a cuestiones materiales, también influyen los ideales.

La ciudad virreinal se constituyó en la sede de las principales instituciones y desde donde se proyectaba el ejercicio del poder. También tuvo diferente función según su condición de puerto, centro comercial o minero. Hardoy (1978) añade otros aspectos a valorar como: la ocupación territorial, su papel en la explotación de recursos humanos y naturales y en la organización administrativa.

Pese a ello, a lo largo de los casi 300 años de dominio hispánico las ciudades peruanas, como de la América Hispana, no tuvieron mayor innovación que su diseño urbanístico inicial: un modelo sencillo de trazado en cuadrícula con una plaza central. Este tipo, llamado damero, se adaptaba según las necesidades económicas (puertos, minería, comercio, agricultura) con la ventaja de aprovechar los materiales y las técnicas constructivas de la zona. Ahora bien, eran ciudades donde el confort, las obras de ornato, los servicios públicos y los espacios de descanso eran escasos o nulos, porque no estaban desarrollados y porque los cabildos carecían de recursos para ejecutarlos (Hardoy, 1978). Algunas de ellas, como Lima y Trujillo, terminaron encerradas por murallas.

Sin embargo, un cambio importante sucedió a mediados del siglo XVIII. Las devastadoras consecuencias ocasionadas por el terremoto de 1746 en Lima dieron pie a un programa de reformas y construcciones en la capital, comandadas desde la silla virreinal, como parte de la política borbónica de introducir el gusto clásico (Wuffarden, 2004). Así, la reconstrucción de la Catedral limense y la creación de la Alameda y Plaza de Acho y el Paseo de Aguas son ejemplos singulares de ello, que se complementaron con obras mayores, a inicios del siglo XIX, como el Cementerio General de Lima (hoy Presbítero Maestro) y la renovación de la Plaza de la Reina o Puerta del Callao (en el espacio que hoy ocupa la Plaza Dos de Mayo). Pero, todos ellos fueron espacios construidos en los límites de la muralla o a extramuros. En otras ciudades, las intervenciones fueron mínimas o inexistentes.

Durante las primeras décadas de vida independiente se mantuvieron la fisonomía y las características urbanas virreinales para Lima y las restantes ciudades del país. La inestabilidad política de los años iniciales, sumada a la escasez de monedas y la ausencia de un control financiero en la naciente república, impactaron en la decadencia de sus ciudades, tal y como se aprecia en las acuarelas y litografías de viajeros como Leonce Angrand, André Auguste Bonaffé o las célebres pinturas del alemán Johann Moritz Rugendas.

Como bien ha señalado Natalia Majluf (1994), recién a mediados del siglo XIX, a raíz de la bonanza del guano y la consolidación de una élite burguesa, el Estado impulsará la construcción de plazas monumentales en el casco antiguo de la capital, como expresión del gusto europeo por el ornato público y los espacios de convivencia bajo los ideales de progreso y modernidad, introduciendo nuevos materiales (hierro, mármol) y tecnología (alumbrado a gas). Además, la presencia del ferrocarril como medio de transporte, a su vez, desplazó de la cuadrícula virreinal a las familias burguesas, las cuales pronto encontraron en los pueblos de la periferia, ahora llamados balnearios, novedosos espacios para vivir. Finalmente, la destrucción de las murallas permitió la expansión de la ciudad bajo nuevos modelos urbanísticos.

Lima, Mollendo, Piura, Chiclayo y Trujillo son ejemplos de la rápida aceptación del gusto moderno a fines del siglo XIX. En las décadas siguientes, el Gobierno se encargará del saneamiento urbano y promoverá más plazas y parques. Pese al intervalo de la Guerra del Pacífico, las ciudades costeñas se renovaron por la bonanza económica (guano, azúcar y algodón) y por la revolución industrial (el ferrocarril y la mecanización de la agricultura); y, principalmente, por la adopción de los nuevos ideales que pronto se convirtieron en valores cívicos compartidos.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

Comparte: