Educar es más que instruir, es tomar en serio la formación integral de todas las dimensiones en las que el ser humano es educable. Un profesor se preocupa por la formación intelectual, física, afectiva, social, espiritual y moral.
Por Claudia Mezones. 06 julio, 2022. Publicado en El Tiempo, el 6 de julio de 2022.Hace poco, cuando ya mayores, quisimos que ella nos diera la clase del recuerdo. Y, aunque no pudo, se las ingenió para enviar una carta de puño y letra, y fotos de épocas del colegio. Pese a los años, la señorita “Rosanex” aún nos seguía enseñando. Un maestro es así, deja huellas trascendentes, es más que un conjunto de saberes y su tarea es esencialmente humana.
Como agente educativo, forma a las personas que le han confiado. Es ejemplo de vida, y no ejerce por obligación, sino que su vocación (formar personas de bien) es parte de su perfil profesional. Con ello, gana autoridad ante sus alumnos y padres de familia.
Su autoridad va unida a la confianza. Confiar no es permitir todo ni ahogar exigiendo. ¿Quién no recuerda al profesor que le dijo alguna vez “tú puedes” cuando no se creía capaz? Y pensamos: “Ese profesor me conocía, sabía de lo que yo era capaz”. Como afirma el admirable profesor Barrio: “La confianza fertiliza las mejores energías, cultiva los recursos internos que hacen posible el crecimiento de la persona, da auge a la inteligencia y la voluntad, y así, proporciona al educador autoridad para apelar a la libertad del educando, sin forzarla, proponiéndole metas que sabemos alentarán ese crecimiento”. Hoy, más que nunca, hace falta incidir en esta visión, en entornos donde la inmediatez, el facilismo y la permisividad se han entronizado en la vida de nuestros estudiantes.
Educar es más que instruir, es tomar en serio la formación integral de todas las dimensiones en las que el ser humano es educable. Un profesor se preocupa por la formación intelectual, física, afectiva, social, espiritual y moral. Y, esta acción educativa tiene doble vía, porque el maestro también aprende y madura. Los latinos hablaban del “vir bonus” (hombre bueno) como ideal alcanzable en la educación, por eso es una tarea moralizante, donde su ejemplaridad es luz que resplandece en los que toca. La virtud se puede aprender, pero sobre todo se imita para ser como quien admiramos. Así, un maestro sin virtudes difícilmente conseguirá el fin más noble de la educación: el mejoramiento de las personas.
Los maestros no debemos perder la esperanza, pues, como dice Pablo Pérez, profesor que admiramos en la facultad: “Un maestro sin esperanza ha perdido la batalla. No dejen que la desesperanza los gane”. Es importante enseñar también a los padres, jefes, ministros y políticos que la educación vale mucho y que hay que exigir y no darlo todo en la mano; hay que enseñar virtudes que en cualquier circunstancia ayudarán a resolver “tareas arduas”, las más difíciles seguro fuera del aula.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.