La historia de la fundación y de los distintos traslados de la ciudad de San Miguel de la Nueva Castilla nos permite acercarnos a las vicisitudes y características del proceso de colonización del Perú.
Por Dirección de Comunicación. 22 agosto, 2022.Por: Fernando Vela Cossío
Proyecto arqueológico «Piura la Vieja». Universidad de Piura / Universidad Politécnica de Madrid.
La conquista del Perú constituye un ejemplo extraordinario de la voluntad pobladora de los españoles en el Nuevo Mundo, en este caso en la América meridional. La exploración y colonización de la que se denominaría inicialmente la Nueva Castilla se va a desarrollar a lo largo de un complejo y accidentado proceso enmarcado en la segunda fase de la conquista de América. Si entre 1516 y 1518 Santo Domingo había sido la base de operaciones para las primeras exploraciones de la tierra firme y, de forma inmediata, para la conquista de México (1519-1521), la ciudad de Panamá y la Castilla del Oro habrían de jugar desde 1524 el mismo papel en el proceso de exploración y conquista del Perú (1532-1538).
Las Capitulaciones de Toledo, firmadas por la esposa de Carlos I, la reina Isabel de Portugal, el 26 de julio de 1529, venían a hacer de la Gobernación de la Nueva Castilla el primer instrumento para la empresa de la conquista de los extensos territorios ecuatoriales, en una larga aventura que había comenzado con las primeras exploraciones del Mar del Sur a partir de 1524 y que tomaría carta de naturaleza definitiva con el desembarco definitivo de los españoles en Tumbes en el año 1532.
La Corona otorgaba a Francisco Pizarro (1478-1541) la condición de adelantado, gobernador, capitán general y alguacil mayor de la gobernación. En el preámbulo del texto original se da cumplida cuenta de los servicios realizados hasta entonces por el propio Pizarro y por sus compañeros en esta empresa, Hernando de Luque (m.1534) y Diego de Almagro (1475-1538), recogiéndose: «que con licencia e paresçer de Pedrarias Dávila, nuestro governador e capitán general que fué de la dicha Tierra Firme, tomastes cargo de ir a conquistar, descobrir e paçificar e poblar por la costa de la mar del Sur de la dicha Tierra».
Tras el desembarco de Tumbes, Pizarro llevará a cabo la fundación de la ciudad de San Miguel, la primera de una extensa nómina de villas y ciudades que contribuirán a vertebrar la presencia de los españoles sobre este inmenso territorio. Como señala López de Gómara en el capítulo CXII de su Historia general de las Indias (Guerra de Túmbez y población de San Miguel de Tangarara): «Pizarro, que tan bien había acabado esta guerra, pobló a San Miguel en Tangarara, riberas del Chira. Buscó puerto para los navíos, que fuese bueno, y halló el de Paita, que es tal. Repartió el oro, y partióse para Caxamalca a buscar a Atabaliba».
En abril de 1532, Pizarro había desembarcado en Tumbes encontrando el lugar destruido. Avanzando por el valle del Chira decidió fundar, muy probablemente el 15 de agosto de 1532, la que se habría de convertir en la primera ciudad española en el hemisferio austral: la ciudad de San Miguel. Aquí permaneció hasta el 24 de septiembre, cuando partió rumbo a la sierra para su encuentro con el inca Atahualpa en Cajamarca. Ascendiendo por el valle del río Piura camino de esta última localidad, entre el 27 de septiembre y el 7
de octubre según las crónicas, permaneció en un poblado tallán situado en el lugar donde dos años más tarde sería trasladada la ciudad de San Miguel. Finalmente, el 16 de noviembre de 1532, se produjo la captura de Atahualpa, la toma de Cajamarca y el comienzo del fin del imperio de los incas.
La historia de la fundación y de los distintos traslados de la ciudad de San Miguel de la Nueva Castilla, primera de los castellanos en el Perú, desde su emplazamiento inicial en el valle del Chira (1532), pasando por el Alto Piura (1534) y por la bahía de Paita (1578), hasta su definitiva ubicación en el chilcal de Tacalá (1588), nos permite acercarnos a las vicisitudes y características del proceso de colonización del Perú, en el que no es infrecuente encontrarnos con fracasos, abandonos y traslados, en un proceso dinámico que pone de manifiesto la importancia de las fundaciones urbanas como instrumentos de la conquista y para la organización del nuevo orden colonial.